Caso No. 3: Ricardo M.
"Límites personales para el buen ejercicio de la función médica"

Lic. Diana L. Braceras


        El SIDA no solo es un desafío en términos científicos por la búsqueda que implica en cuanto a terapéutica y control epidemiológico. Representa especialmente un encuentro inesperado con aquello de lo que la ciencia no puede ni quiere saber: el deseo de los humanos en su filón más paradójico, allí donde linda con el desafío a la muerte.
        La conjunción: sexualidad y muerte constituye el sello de esta enfermedad, aún su mito de origen. No es casual que planteado el caso clínico, se instaló el polémico debate a cerca de la aparición del síndrome, entre los interlocutores de nuestro Consultorio Virtual:
        Existió el deseo de producir y diseminar esta enfermedad en determinadas zonas del planeta?
        Fue originada en un descuido o accidente de investigadores del mundo desarrollado?
        Se planificó para la extinción de una raza o de un sector social?
        La vida, como el SIDA, se originan salvo excepciones, por transmisión sexual.
        La pregunta por el origen, también como el SIDA, "nos afecta a todos": fruto del deseo? ...de un accidente? ...de un descuido? ...o de la ignorancia?
        Dejo en este punto planteadas dos cuestiones molestas para la concepción médica sanitarista:
  1. El deseo suele ser huidizo respecto de la prevención.
  2. Involucrar el discurso médico en la vida sexual y amorosa tiene efectos subjetivos incalculables.

        Un refugio frecuente para que el médico se sienta a salvo de las preguntas y sorpresas que le depara la confrontación con las temáticas del Deseo y la Sexualidad, tan cercanas a estas experiencias clínicas, es la rígida "cientifización"de la entrevista y la evitación del diálogo. Suele instalarse una especie de monólogo explicativo-preventivo mínimo, la provisión de abundante información general por medio de folletería o cuadernillos y muy actuales "bajadas de páginas"de internet.
        Todos estos recursos, si se ofrecen "en lugar" de sostener charlas tan extensas o frecuentes como sean necesarias, para captar la singularidad de las preocupaciones, riesgos y problemática de la situación clínica a tratar, desresponsabiliza al equipo tratante de su función propiamente médica.
        En este sentido, una de las respuestas de alumnos escogida en la presentación de este caso, expresa una verdad fundamental a la manera de un "lapsus", ya que la construcción de la frase o el sentido resultan en primera instancia, extraños:
"...la relación médico-paciente parece ser uno de los obstáculos más difíciles de vencer."
        Lo podemos leer como una manera de expresar (sin querer, queriendo) que uno de los obstáculos más difíciles de vencer para sostener el tratamiento de un enfermo de SIDA, puede alojarse en la propia relación con el médico, que como sujeto, resulte afectado de tal modo por las particularidades mencionadas, que no pueda conducir sus intervenciones con la idoneidad que sus conocimientos, le permitirían.
        Es que no se trata solamente de conocimientos y práctica, el quehacer médico, compromete muy especialmente una posición subjetiva que tiene su propio peso en la relación terapéutica. Cuanto más conflictiva y sintomática, sea la posición del profesional respecto a la sexualidad, estará en peores condiciones para preguntar, escuchar, explorar, proponer, aconsejar, etc...sobre cuestiones tan comprometidas en estos casos.
        El paciente capta sensiblemente hasta dónde y de qué el médico no quiere o no puede escuchar, y lo protege con su silencio y complicidad, incluso faltando a la verdad, si fuera necesario, para no ponerlo en "apuros" o arriesgarse a perder su afecto, o aprobación.
        Estos son los avatares de la Transferencia.(Ver: "Estructura de la relación médico-paciente: La Transferencia" en Documentos Médicos)
        El médico, puede sentir rechazo, desprecio, miedo, enojo, lástima, temor, etc..., por el paciente, o su circunstancia.
Estos son los efectos de sus prejuicios, su moral, su ideología, su ignorancia o aspectos personales que merecerían análisis, ya que operan en sentido contrario de un buen desempeño de la función profesional. Suelen llamarlos: Contratranferencia.
        Hay que recordar, sin embargo, que forma parte de una elección ética reconocer los propios límites, y en ocasiones ante determinados pacientes, problemáticas o afecciones, DECIR QUE NO, ANTES QUE SOMETER AL PACIENTE A UNA RELACIÓN IATROGÉNICA.