Reflexiones de un oncólogo acerca del artículo titulado: Death and the research imperative, por D. Callahan (l)
Dr. Pedro M. Politi
Mayo de 2000
Qué pretende la medicina actual? Erradicar la muerte, así como erradicó la viruela? Esto es posible? Es deseable? Con qué fuerza resuena la voz de San Pablo: "todo me es lícito, pero no todo me conviene"...
Erradicar la muerte es imposible. La muerte es parte de la vida. Lo que sí es posible, en cambio, es combatir (no digo erradicar) la mala vida, la vida de pobre calidad, sumida en sufrimiento, dolor y desesperación. (El filósofo danés Soren Kierkegaard escribía que la desesperación es la auténtica enfermedad mortal).
A partir del positivismo, crece la idea de reducir todos los problemas de la humanidad y del Universo "a sus componentes elementales", y atacarlos de a uno. Del mismo modo, por qué no ir empujando a la muerte cada vez más lejos, robándole a mordiscos tecnológicos una enfermedad letal tras otra?. Hoy el SIDA, mañana el cáncer, pasado mañana las cardiovasculares... La expectativa es altísima. La muerte: una entidad en vías de extinción, gracias al denodado y brillante esfuerzo de nuestros científicos. ¡Qué visión!
Que no haya malas interpretaciones: todos queremos que las condiciones de vida de los humanos mejoren (y mucho, y pronto). Pero si vivimos pendientes de algo irrealizable, podemos perder de vista el horizonte de lo alcanzable (del cual somos, kantianamente, responsables).
Dónde comienza todo esto? Como docente, no vacilo: comienza en la Facultad de Medicina. Allí alentamos estos sueños en los estudiantes "con la leche templada, y en cada canción" (J. M. Serrat). Describimos entusiasmados los recursos esotéricos, las intervenciones más inusuales, lo menos probable. Nos aburre lo cotidiano, aquello de lo que muchos sufren en silencio. No nos engañemos: hay enfermedades con status, y otras, imbuidas de una insanable vulgaridad. Cuando apareció el SIDA, casi todo médico quería haber "visto un caso". Pasó la moda y la novedad. Ahora sabemos que se requiere trabajo duro. De vuelta a fojas cero. Pocos tienen interés en ayudar ahora a estos pacientes.
Los pacientes con accidentes vasculares cerebrales, y otros con enfermedades crónicas comunes, a menudo son considerados "poco interesantes" por algunos médicos. "Y... qué quiere? No hay nada para hacer". Si no hay posibilidad de gloria, no hay atractivo.
La vida es sueño? La vida es consumo? Y la salud?
Cómo se manifiesta esta tendencia en el área del cáncer? Muy evidentemente:
- Se enfatiza el progreso tecnológico, tanto diagnóstico como terapéutico.
- Se cantan loas a tratamientos en etapa embrionaria, como si pudiesen ser obtenidos en el quiosco de la esquina. Recuerdan "la bomba contra el cáncer", que curaba ratoncitos? Llegó a la primera plana de los diarios hace unos años, generó expectativa, y languideció. Dice el proverbio: Sic transit gloria mundi (así pasa la gloria del mundo). Es lamentable que estemos pendientes de "la cura mágica del mes", despreciando las medidas concretas, simples y nada glamorosas que podrían cambiar nuestra expectativa de vida. El problema es que esas medidas requieren un esfuerzo personal, o un cambio en el estilo de vida (alimentación, ejercicio, renunciar al tabaco y al exceso de alcohol, por ejemplo).
- El progreso en Oncología ha sido espectacular en estos últimos años.
- Todos los días aparece una cura nueva.
- Tanto es así, que hoy en día ningún ratón puede temer morir de cáncer.
La contrapartida - por omisión - es igualmente dramática:
- Se publicita el lanzamiento de estudios clínicos para prevenir el cáncer de pulmón con antioxidantes y vitaminas, pero se guarda cauto silencio sobre los resultados de tales estudios ( los supuestos protectores aumentaron la incidencia de cáncer y la mortalidad por cáncer de pulmón y enfermedad coronaria).
- No se insiste adecuadamente con campañas que fomenten hábitos de vida sana. Después de todo, así como la virtud es en buena parte, tener hábitos virtuosos, también la salud es, en parte, desarrollar y cumplir hábitos saludables. Debe ser aburrido hablar de no fumar, de no tomar sol en exceso, de no consumir exceso de alcohol ni de grasas. Así tenemos muchos tipos de cáncer que podrían ser caratulados como "enfermedades por elección personal" o "enfermedades de estilo de vida".
- No se reitera la necesidad de estudios simples y accesibles (por ej, Papanicolaou, mamografía). En cambio, se promocionan campañas de detección precoz de cáncer de próstata, sin que se haya demostrado que la detección precoz aumente la expectativa de vida. (Hay muchos cánceres de próstata que "estaban predestinados" biológicamente a no desarrollarse y nunca hubieran puesto en peligro la vida para qué operarse y quedar impotente o con pañales?). La detección precoz debe ir acompañada de métodos para individualizar el pronóstico y el tratamiento. Deberíamos poder saber qué cáncer de próstata será indolente, y cuál será agresivo. Tenemos algunos elementos, pero no son suficientemente precisos y refinados.
En resumen:
- Enfoque consumista respecto de la salud ("Uyyy, mire lo que salió! Está disponible para Ud. Llame ahora, con su tarjeta de crédito en la mano, y cambie su vida").
- Desprecio de la relación médico-paciente, basada en la confianza, la honestidad, y la perspectiva que sólo da el tiempo. Por el contrario, hoy cultivamos el "especialista al paso", que tiene una intervención de alta tecnología, costosa, abrupta, y que pase el que sigue. Los pacientes llegan al templo tecnológico sin un médico, y salen de él sin un médico. Son simples consumidores.
- Desprecio por medidas simples, probadas, costo-efectivas, que previenen enfermedades y salvan vidas. Ud, oyó hablar de las mini-dosis de aspirina? (Vio? Cómo puede ser importante un producto que sale uno o dos pesos la caja?).
- Desprecio por el tiempo empleado en escuchar al paciente, y en examinar al paciente. Con las consecuencias obvias: errores de diagnóstico evitables con unas pocas preguntas simples, baterías de tests costosos e inútiles, o intervenciones innecesarias, pero "ese lunar negro en la espalda nunca fue tomado en cuenta"... por años, hasta que fue tarde.
Referencia
(l): D. Callahan. Death and the research imperative. N. Engl. J. Med. 2000; 342: 654-655.