La Patria Pastillera.... apenas una aldea del capitalismo sanitario
Escribe: Dra Susana B. Etchegoyen
El modelo neoliberal globalizador que desangra nuestro país, arrojando a millones a la indigencia, el abandono, la enfermedad y la muerte, impuso lenta e inexorablemente su lógica dentro del campo sanitario nacional.
Asistimos perplejos al inexorable avance arrasador de la gerenciación sobre la administración sanitaria, que acompañó el traspaso de gran parte del ahorro interno de los argentinos desde el sector estatal y de Obras Sociales al sector privado.
Comprobamos atónitos, que ya no se habla de necesidades, diagnóstico y obligaciones en salud, pero en cambio los discursos abundan en interesantes reflexiones sobre relación oferta/demanda (en ese orden), producción, tasa de utilización , rentabilidad y tantos otros parámetros tan caros a los nuevos mequetrefes gerenciadores que lentamente ocuparon los lugares de aquellos sanitaristas que alguna vez supimos parir a la sombra del pensamiento y la praxis del Dr Carrillo.
Así veinte años de neoliberalismo salvaje, lograron imponer entre otras cosas el sistema de salud cuyos resultados y eficacia social han quedado a la vista de manera inobjetable.
Es el capitalismo sanitario el que impone una medicina lucrativa, reparadora, centrada en la enfermedad y medicalizante, cuyo eje de desarrollo se centra en la satisfacción de la oferta.
Los cambios que se producen en la atención de la salud, siempre obedecen a las articulaciones que sus componentes tienen con las diferentes formas de poder.
El modelo liberal histórico, funcional por décadas a la hora de entregar la asistencia médica indispensable para mantener al sector trabajador en condiciones de producir, ante el avance del capitalismo financiero, con desocupación creciente, decidió desprenderse de sus obligaciones asistenciales, convalidando definitivamente la enfermedad como fuente de ganancias y garantía de poder y crecimiento para el sector más poderoso del sistema.
Este sector está representado por las corporaciones del medicamento y del equipamiento ( aparatología ); administradoras de salud, de sanatorios y hospitales privados; las compañías de seguros médicos comerciales y secundariamente por Colegios, Federaciones y Asociaciones médicas cómplices a cambio de una participación variable en la renta ( por cierto, cada vez más pequeña).
No debe sorprendernos entonces que el trabajo del médico, posible y deseable tras muchos años de formación y ejercicio de la profesión, sea objeto de constante devaluación ( más consultas exigidas por hora médica a cambio de honorarios miserables).
Sabemos que una enorme cantidad de argentinos, al ser demasiado pobres, no pueden comprar la mercancía que se les ofrece en nombre de la salud, y es por eso que hoy como nunca antes la inequidad del sistema asigna dolores, enfermedad y muerte.
Sin embargo, el capitalismo sanitario lejos de renunciar a algunas de sus prácticas, nos ofrece más de lo mismo. Es así que en medio de la crisis en que se debaten millones de pobres, excluídos e indigentes, se ha logrado instalar desde la oferta, una demanda que tiende a asimilar el concepto de salud al acceso a medicamentos.
La Industria Farmacéutica Nacional e Internacional, que en complicidad con los gobiernos de turno, se aseguró primero un margen de ganancia descomunal a través de aumentos indiscriminados, contratos leoninos con el PAMI, y expropiación (bajo un supuesto seguro de medicamentos) de tres pesos por cada subsidio para jefa o jefe de familia desocupado, finalmente logró instalar en nuestra sociedad la demanda de medicamentos como sinónimo de salud, a pesar de que el 50% de los niños menores de 14 años son pobres con algún grado de desnutrición, y sin posibilidad de acceder a algún tipo de asistencia, mientras la prensa nos muestra en macabro espectáculo, hospitales que se caen a pedazos a la espera del tiro del final.
No hay diagnóstico sanitario sobre los males que aquejan a la salud de los argentinos, tampoco hay plan y la emergencia solo ha servido para acelerar los tiempos y consolidar los negocios que el capital financiero de rapiña, del cual la Patria Pastillera es apenas una parte, impone para apropiarse, implacable, del dinero disponible para el sector de la salud.
Buenos Aires, 12-06-02