Fotografía: Sebastián Hacher |
El intelectual, el académico, el ciudadano formado en la República Argentina, gracias a la educación estatal, que sigue siendo generosamente gratuita, a diferencia de los países del primer mundo, que cada vez más se benefician con la excelencia de nuestros claustros...debiera encontrar una forma de reconocimiento de su deuda simbólica. Es una cuestión ética. Una forma posible es la de aportar los frutos de su saber, para la producción de una vida más justa y más digna para los argentinos. Una manera si no de devolver, ya que hay deudas impagables, al menos de transmitirla a las futuras generaciones, que puedan seguir estudiando y defendiendo la educación pública, así como la salud, un bien social accesible a nuestras multitudes. No una mercancía de lujo para un minúsculo sector privilegiado. |