EPIDEMIA BÉLICA EN EL KINDERGARTEN GLOBAL
Susan Sontag1. El coraje de disentir con los mitos de la medicina y de la guerra.
La enfermedad y sus metáforas, el polémico ensayo con que Susan Sontag exhortó a liberar de significaciones imaginarias a las patologías médicas más temidas por la población occidental, es una investigación a cerca de nuestra cultura, la ideología médica y el testimonio implícito de su propio paso por la enfermedad: el cáncer.
"En la década que pasó desde que escribí La enfermedad y sus metáforas - y que me curé el cáncer, poniendo en ridículo el pesimismo de mis médicos - las actitudes ante el cáncer han cambiado. ..Mi mensaje era: Haz que los médicos te digan la verdad; sé un paciente informado, activo; consigue un buen tratamiento, porque lo hay (en medio de una inepcia muy difundida). Si bien el remedio no existe, más de la mitad de todos los casos de cáncer se curan con los tratamientos que ya existen."2
Este párrafo se podría decir que es antiguo, cronológicamente, ya que corresponde a un agregado que en 1988 hace la escritora para la nueva edición de su ensayo presentado editorialmente diez años antes. Sin embargo, el avance científico de la última década, los nuevos blancos moleculares, la terapia génica, etc.,que implican progresos farmacológicos exitosos en la terapéutica, no han superado la metáfora bélica expuesta en la tesis de S.Sontag, más bien, la han reforzado.
Síganme los buenos!!
"En una época era el médico quien libraba la bellum contra morbum, la guerra contra la enfermedad; ahora es la sociedad entera. En efecto, el aprovechamiento de la guerra para movilizar ideológicamente a las masas ha conferido eficacia a la guerra como metáfora para todo tipo de campañas curativas cuyos fines se plasman en una derrota de un "enemigo". Hemos visto guerras contra la pobreza, sustituidas hoy día por la "guerra contra la droga" y guerras contra determinadas enfermedades, como el cáncer. Puede que el abuso de la metáfora militar sea inevitable en la sociedad capitalista, una sociedad que restringe cada vez más el propósito y la credibilidad de las llamadas a la ética y en la que quien no somete sus propias acciones al cálculo del interés y provecho propios es un necio. Hacer la guerra es una de las pocas empresas ante las que no se pide a la gente que sea "realista"; es decir, que tenga presentes el costo y los resultados prácticos. En una guerra abierta el gasto lo es todo, no exige prudencia - la guerra es, por definición, una emergencia para la que ningún sacrificio es excesivo."
"La metáfora militar sirve para describir una enfermedad particularmente temida como se teme al extranjero, al "otro", al igual que el enemigo en la guerra moderna."3
"Las ideologías políticas autoritarias tienen intereses creados en promover el miedo, la sensación de una inminente invasión por extranjeros - y para ello las enfermedades auténticas son material útil. Las enfermedades epidémicas suelen inducir un reclamo de que se prohiba la entrada a los extranjeros, los inmigrantes. Y la propaganda xenófoba siempre ha pintado a los extranjeros como portadores de enfermedades (a fines del siglo pasado: cólera, fiebre amarilla, fiebre tifoidea, tuberculosis)."4
"El SIDA es la preocupación preferida de quienes traducen su agenda política en términos de psicología de grupos: la autoestima y autoconfianza nacionales."..." Más importante aún es la utilidad del sida para llevar a cabo uno de los cometidos más importantes de los llamados neoconservadores: la Kulturkampf contra todo lo que suele llamarse (breve e imprecisamente) los años setenta. Toda una política de "la voluntad" - de intolerancia, de paranoia, de miedo a la debilidad política - se ha aferrado al SIDA.
Tan idóneo parece el SIDA como acicate a los miedos creadores de consenso, cultivados durante varias generaciones, tales como el miedo a la "subversión" - y miedos más recientes, como el miedo a la polución incontrolable y a la imparable migración del Tercer Mundo - que parecía inevitable que el SIDA sea considerado en esta sociedad como una amenaza total a la civilización".5
"El sida más que el cáncer, pero como la sífilis, parece fomentar lúgubres fantasías acerca de una enfermedad que señala a la vez las vulnerabilidades individuales y sociales. El virus invade el cuerpo; se dice que la enfermedad (o, en su nueva versión, el miedo a la enfermedad) invade la sociedad entera. A fines de 1986 el presidente Reagan dictaminó que el sida se está difundiendo - "insidiosamente" claro está - "a lo largo y a lo ancho de nuestra sociedad"*
El nexo de unión entre esta racionalidad de la medicina bélica y la guerra contra "lo otro", encarnada en la ajenidad de una ideología extranjera, en su momento el comunismo, se pone también de manifiesto en un imaginario fin victorioso para los antagonismos, que implicaba el triunfo occidental y científico sobre el enemigo en retirada:
" Se pensaba que la medicina era antiquísima campaña militar que estaba llegando a su fase final y a punto de alcanzar la victoria. El brote de la nueva epidemia, cuando confiadamente se suponía desde hacía varias décadas que estas calamidades eran cosa del pasado (las epidemias), ha cambiado inevitablemente el status de la medicina. La llegada del sida ha demostrado que estamos muy lejos de haber vencido a las enfermedades infecciosas y de poder dar por cerrada la lista."5
¿No es este mismo efecto el que podríamos extender hacia la actual "recidiva" del terrorismo como un viejo-nuevo enemigo reciclado, más poderoso que nunca gracias al aporte tecnológico de la informática y de la ciencia, como lo sería la guerra bactereológica y los atentados aeronáuticos, cuya racionalidad es tan parecida a la propagación virósica?
Efectivamente, el "enemigo" usa la propia estructura del anfitrión, que no lo reconoce hasta que es demasiado tarde, pues el instrumento para la destrucción ha sido engendrado propiamente por el sistema atacado, lo que transforma la inteligencia en catástrofe, será solamente un cambio en la finalidad: el antrax fue recreado para los rusos, no para los carteros norteamericanos, las líneas aéreas para agilizar las operaciones en la metrópoli financiera, no para servir de misiles contra sus casas matrices. Los talibanes debían asegurar la fluidez de los hidrocarburos hacia occidente, no pretender disputar la hegemonía de su control. Estas mutaciones inesperadas transforman al peligro en algo ingenioso, impredecible, innovador, una guerra de última generación justo cuando parecía que el camino de la humanidad tenía dificultades para proseguir alimentando fantasmas de superpotencias en conflicto.
La metáfora bélica cuyos meandros describe y pone en evidencia S. Sontag en su ya consagrado ensayo, parece haber saltado de registro, del lenguaje a lo real. El retorno siniestro de la guerra en el cuerpo biológico de las gentes, donde irrumpe el azar sumergiendo en el campo de batalla al desprevenido transeúnte tan ajeno a la vocación militar, como físicamente lejano al frente de guerra.
Así como la escritora rechaza las significaciones que estigmatizan a los pacientes, demonizan la enfermedad e inocentan a los responsables de llevar a cabo los tratamientos adecuados, reduciendo el escenario a una maniquea guerra entre buenos y malos, sacando el rédito oportuno para el uso ideológico del poder de turno; así no deberá sorprendernos la coherencia con que Susan Sontag descalifica la política oficial de su país, que utiliza la misma estrategia pueril pero tan eficaz de identificarse con la autoridad inmaculada de un papá protector de la buena humanidad contando cuentos "tranquilizadores" a millones de niños aterrorizados, que aún creen en el lobo feroz tanto como en Santa Claus.
"La campaña en la que se unieron todas las voces autorizadas parece tener como objetivo la infantilización de la opinión pública. ¿Quién reconoció que no se trataba de una agresión "cobarde" contra la "civilización" o la "libertad" o la "humanidad", ni siquiera contra el "mundo libre", sino de una agresión contra Estados Unidos, que se autoproclama superpotencia mundial, una aqresión que es la consecuencia de ciertas acciones y de ciertos intereses norteamericanos?..."Los responsables de la política norteamericana, y los que querrían serlo, nos hicieron saber que su tarea no es otra cosa que la manipulación: dar confianza y convertirse en gestores del dolor. La política, la política de una democracia - que implica desacuerdos y que favorece la sinceridad- ha sido reemplazada por la psicoterapia."6
Efectivamente, la respuesta sugestiva masificadora de extenso uso psicoterapéutico en EEUU, como en todo sistema de búsqueda ideológica de consenso irrestricto, asegura la cohesión social ante la emergencia de situaciones potencialmente develadoras de conflictos e intereses antagónicos engendrados por el mismo sistema que aparece victimizado.
En este sentido, aunque para nuestro medio resuene ciertamente extraño la acusación de "psicoterapia" a la manipulación de la opinión pública, es acertada la crítica en este contexto político como también Sontag lo aplica a ciertos abordajes médicos-psicológicos, cuyo fin es el convencimiento del paciente para que acepte sin cuestionar las decisiones que el especialista de turno quiere tomar sobre su vida. Aceptación que no es posible sin la maniobra conjunta de resignar la libertad y la dignidad personal, ante un peligro superior del cual nos salvará supuestamente el poder discrecional ilimitado de un vigía de nuestro bien a quien se debe obedecer como soldados.
Contra la simplificación
La autonomía intelectual de Sontag reconoce su fidelidad, sólo a un puñado de verdades que enuncia sin concesión en los más adversos escenarios. Una lección de coraje dio justamente hace pocos meses la escritora, cuando le fue otorgado el "Premio Jerusalén por la Libertad del Individuo en Sociedad", máximo galardón literario destinado a personalidades mundiales por su aporte a la cultura. En contra de la opinión generalizada de la comunidad literaria, la escritora no rechazó la distinción por provenir de un estado que había endurecido su posición con los palestinos, protagonizando hechos de violencia injustificables con el apoyo incondicional de EEUU; su pacifismo no le impidió acceder al honor y aprovechar la ocasión para sostener sus propias ideas sobre el conflicto, su prédica por la paz y su desacuerdo con la política belicista de las potencia occidental, en el corazón mismo de la zona en conflicto:
"Me parece que lo que la mayoría de las personas entienden por paz es "victoria". La victoria de los suyos. Eso es lo que para otros significa derrota. (...)
"La misión principal de un escritor no es tener opiniones, sino decir la verdad...y negarse a ser cómplice de mentiras e informaciones inexactas. La literatura es la casa del matiz y de la oposición a las voces de la simplificación. La misión del escritor es contribuir a que sea más difícil creerles a los saqueadores intelectuales."
La lúcida proyección de su pensamiento, hoy, después del septiembre negro del 2001, parece iluminar premonitoriamente este lado nocturno de la vida, que como ella definiera a la enfermedad, nos ha transformado a todos en ciudadanos de la obscuridad:
" Creo que la doctrina de la responsabilidad colectiva, como la razón fundamental para el castigo colectivo, no está nunca justificada, ni militar ni éticamente. Me refiero al uso de una desproporcionada potencia de fuego contra civiles, a la demolición de sus casas, a la destrucción de sus huertas, y arboledas, a la privación de sus medios de vida y del derecho a un empleo, a tener educación y recibir atención médica, y acceso irrestricto a ciudades y comunidades vecinas...todo ello como castigo por actividades militares hostiles que podrían o no estar en la vecindad de esos civiles.
También creo que no puede haber paz aquí hasta que no se detenga el establecimiento de comunidades israelíes en los Territorios, y que esto sea seguido - más temprano que tarde - por el desmantelamiento y el retiro de las unidades militares concentradas allí para custodiarlos. "
..."La información jamás reemplazará el esclarecimiento. Pero hay algo que se parece a la información, aunque es mejor que ella - me refiero a la condición de ser informado; me refiero al concreto específico, detallado, históricamente denso conocimiento de primera mano -..."7
Para terminar, este acercamiento a la posición ética de la escritora Susan Sontag, y uniendo a su lectura de los mitos actuales de la enfermedad, su mordaz crítica política, podemos claramente concluir que así como se difunde la repentina hipervirtuosidad de los enfermos incurables, remontándolos gracias a un diagnóstico sombrío a nuevas alturas morales, como si la enfermedad les diera una ocasión para ser buenos, dejar de engañar y esquilmar al prójimo y de cultivar la mentira; así como a nivel individual el mito concibe la transformación mágica de una vida mezquina y mediocre; así... la ocasión de una guerra parece redimir la decadencia y la dudosa credibilidad de una democracia demasiado viciada de soberbia y violencia, trocándola en salvaguarda de la paz, la justicia y la libertad de una fraternidad civilizada.
"Esperaba un viento esclarecedor. Y el sopor se cernió sobre todo, como la corriente de lava.
Miró dentro del agujero, y como cualquier agujero decía: Salta. El Cavaliere recordó haber llevado a Catherine, después de la muerte de su padre, al Etna, entonces en plena erupción, y haberse agachado en la ladera para entrar en la cabaña de un ermitaño (siempre hay un ermitaño), quien insistió en volver a contar la leyenda del antiguo filósofo que saltó al interior del hirviente cráter para probar su inmortalidad. Presumiblemente, no lo era. "8
Diana Braceras, noviembre de 2001.
Bibliografía:
- Susan Sontag (Nueva York, 1933) es una de las escritoras contemporáneas de mayor prestigio, cuyos lúcidos análisis políticos no conceden a los privilegios del pensamiento dominante. Resulta una de las escasas voces disidentes en los EEUU, respecto del discurso autoritario y megalomaníaco de la cultura de masas. Sus obras más difundidas: El benefactor (novela, 1963), Contra la interpretación (ensayo, 1966), Un viaje a Hanoi (ensayo, 1968), Sobre la fotografía (ensayo, 1977), La enfermedad como metáfora (ensayo, 1978), Bajo el signo de Saturno (ensayo, 1980), además de los relatos Estuche de muerte (1967) y Yo, etcétera; y El amante del volcán (novela 1995). Este año, fue distinguida con el máximo galardón que otorga el estado de Israel a las Letras.
- Susan Sontag, "La enfermedad y sus metáforas" y "El sida y sus metáforas", Taurus, Buenos Aires, 1996. Pág. 100.
- Ibid, Pág. 97/98.
- Ibid, Pág. 144.
- Ibid, Pág. 145/146.
- La afirmación de Reagan se sirve del estereotipo de lo pavoroso de una enfermedad ajena y contrasta con la negación más original de su propia enfermedad. Cuando se le preguntó cómo se sentía después de su operación de cáncer, dijo: "No era cáncer lo que yo tenía. Algo dentro de mí tenía cáncer y fue extirpado".
En la obra citada, pág. 147. (nota de la autora)
- Susan Sontag, en "Psicoterapia", columna de opinión firmada por la ensayista y novelista norteamericana, publicada por el diario Página 12 el día 18 de septiembre de 2001. Pág. 11
- Estas últimas citas corresponden al discurso de Susan Sontag en Jerusalén al recibir el Premio homónimo en 2001, traducción de Eduardo Paz Leston para La Nación en el suplemento Cultura, 17 de junio de 2001.
- Susan Sontag, El amante del volcán, Alfaguara, Buenos Aires, 1996. Pág.124/125.