DE LA ETICA DE COMITÉ A LA JUSTIFICACIÓN DEL HOMICIDIO, ..¿PALIAR QUÉ?

Dra Susana B Etchegoyen
Médica Internista
Equipo Interdisciplinario de Oncologia


        Siempre resulta imprescindible recordar el enorme peso de las palabras que utilizamos.
        En la práctica cotidiana de la asistencia de pacientes con enfermedad oncológica, solemos escuchar, y hasta repetir términos, cuyo verdadero significado resulta como mínimo ambiguo. Así vemos que gran parte de nuestra tarea transita por la senda de pacientes "terminales", "cuidados paliativos", y una extensa jerga derivada, cuyo principal mérito es que médicos, familiares y pacientes, hablemos de cosas bien distintas, bajo un aparente sobreentendido.

        Nunca entendí qué significa que un paciente sea terminal. Hablamos de un paciente muriente, o de aquel frente al cual, los médicos, encontramos el límite de los sueños de cura? Si es así, lo terminal es nuestra omnipotencia, porque aún resta mucho por hacer con este paciente, por ejemplo acompañarlo para recorrer el camino que le resta y que nadie sabe a ciencia cierta qué tan largo será. No desvalorizamos este tiempo, al derivarlo a otro equipo que no lo conoce? Si lo terminal es nuestro deseo en esa relación lo más sincero es decirlo. Los médicos somos personas, con determinada tolerancia al sufrimiento y a la frustración; hacerse cargo de que es uno el que no puede soportar seguir adelante, liberaría a nuestro paciente de una carga adicional que lo hace sentir más miserable aún.

        Tampoco alcanzo a comprender, el significado de paliar. Paliar derivaría de pallium que podría traducirse como manto, toldo, cobertor, y con un poco de esfuerzo, "frazadita". Si paliar se usa como sinónimo de disminuir, cubrir, atenuar, me parece que resulta por lo menos poco feliz. La enfermedad y la muerte, el sufrimiento y el dolor, constituyen la gran tragedia humana: nadie que atraviese esta situación merece recibir como mensaje que no es para tanto, y todo lo podemos hacer más llevadero.
        En todo caso, acordemos que como médicos debemos aliviar el dolor, y sostener la mejor calidad de vida hasta el fin, respetando los deseos de cada paciente. Eso está muy lejos de paliar, si por paliar se entiende ayudar al paciente y su familia a elaborar la muerte, dado que la muerte no es elaborable. Detesto sentarme al lado de un paciente muriente y pretender que puedo ayudarlo a aceptar un destino que ni yo ni nadie aceptaría. Entonces hablemos de acompañar, aliviar el dolor, y compartir la carga y la tristeza, y no de paliar. La gente desea expresar su verdad, y que se la escuche, nadie en esa circunstancia necesita una palmadita en el hombro.

        Todavía nos quedan algunas otras consideraciones, por ejemplo, en qué momento, alguien pasa a ser terminal? ¿Quién lo decide?. Todos los días veo pacientes que se suponen terminales desde hace largos meses (y en ocasiones, largos años), y continúan con su vida, mientras la familia y el equipo se sientan a ver un fin que no llega, desperdiciando un tiempo valiosísimo y profundamente vital.

        He acompañado a muchos pacientes, caratulados como terminales - no me dedico a paliar nada - y son ellos los que más cosas me han enseñado sobre la posibilidad de disfrutar cada minuto de vida que tenemos y que no sabemos en ningún caso hasta cuándo durará.

        Creo que todos tenemos derecho a decidir sobre nuestra propia vida, y a ponerle fin si así lo deseamos.
        La trágica decisión de ponerle fin a la vida, puede considerarse cómo la ética de comité nos enseña, un acto de libertad, lo que no explicitan los depositarios de esta ética ambigua es porqué razón hay pacientes con profundo dolor psíquico y moral que son internados, para evitar que se suiciden, y otros que deben internarse para recibir suicidio asistido. En todo caso ¿ quién decide si lo que está en juego es la libertad individual o la salud mental?.
        Me pregunto también ¿a qué se llama suicidio asistido?, en tanto acto individual, no requiere asistencia de otras personas, y menos de un médico.

        Ahora bien, si de lo que se habla en realidad es de eutanasia, transitamos hipócritamente una constelación diferente. Sobran los ejemplos en la historia sobre los peligros que acechan detrás de cualquier intento de justificar el homicidio.
        Es nuestra Sociedad la que dejando de lado la hipocresía debe decidir si legitima el suicidio y el homicidio. En caso de que esto ocurriera, tampoco debe pedírsenos a los médicos que nos hagamos cargo de esta tarea para la cual no hemos sido formados. Estoy segura de que legislando correctamente se encontrarán numerosos verdugos, voluntarios o profesionales que podrán encargarse.

        Difícilmente la medicina pueda curarse de su omnipotencia si además se le exige poder sobre la vida y la muerte. Poder que de cualquier manera solo existe en el infantil terreno de la fantasía. No sabemos nada sobre la muerte, solo conocemos la experiencia vital. No existe la muerte digna; la dignidad es un atributo de las personas, y la gente suele morir como ha vivido. Tampoco existe la buena muerte, ni la mala muerte, sólo la muerte y su silencio final.

        Agitar fantasmas de dolor y denigración, como instancias inevitables a recorrer al final de la vida, en el mejor de los casos es una grosera equivocación, y en el peor, una estrategia intimidatoria para que aceptemos lo injustificable.



Abril de 2001.