Morir en Holanda



        La reciente legalización de la eutanasia en Holanda , nos lleva a algunas reflexiones obligadas.
        Sobran los ejemplos en la historia sobre los peligros que acechan detrás de cualquier intento de justificar el homicidio.
        Cuando la "opinión pública" es argumento para legislar; la manipulación de la ignorancia es ley. Los horrores de la humanidad siempre contaron con este apoyo incondicional.
        En todo caso es nuestra sociedad la que dejando de lado la hipocresía debe decidir si legitima el suicidio y quizás una nueva figura de "homicidio justificado". En caso de que esto ocurriera , tampoco debe pedírsenos a los médicos que nos hagamos cargo de una tarea para la cual no hemos sido formados. Legislando correctamente se encontrarán numerosos voluntarios dispuestos a encargarse.
        El poder médico sobre la vida y la muerte solo existe en el terreno mítico de la fantasía. Los médicos como el resto de los mortales, nada sabemos sobre la muerte, solo conocemos y defendemos la experiencia vital.
        Lamentablemente el Dr Kevorkian, no es el primer médico criminal de la historia, abundan los ejemplos, y los argumentos en pos del supuesto bien de la ciencia y la humanidad, en cada caso justificaron lo impensable.
        Ahora bien, ¿cuáles son los motivos que llevan a los pacientes con enfermedades crónicas ( especialmente cáncer), a solicitar eutanasia o suicidio asistido?
        En nuestro medio, ( tan diferente a Holanda), debemos considerar, en primer término la falta de acceso a una adecuada asistencia médica, insuficiente cobertura para obtener la medicación y ausencia absoluta o parcial de una red social, que permita subsistir dignamente con enfermedades invalidantes.
        Ahora bien, aquellos que acceden a la atención médica (como la población de Holanda), es frecuente que se vean forzados a soportar dolor severo, sin apropiado tratamiento analgésico.
        Los medicamentos están disponibles (unos cuantos de los más eficaces, ni siquiera son costosos), y lamentablemente el alivio no llega a quienes sufren dolor. ¿Por qué?...
        Las causas son múltiples y concurrentes:
        - Desde el ámbito médico, reticencia de los profesionales a prescribir analgésicos en dosis y/o combinaciones individualmente eficaces, lo que exige un minucioso seguimiento del paciente, o por no enfrentar trabas burocráticas ( siempre presentes a la hora de prescribir narcóticos); temor a los efectos adversos, etc.
        Una consecuencia inesperada del exitoso tratamiento del dolor suele ser el retorno de la palabra al paciente, antes silenciado por el sufrimiento. La intolerancia del entorno familiar y asistencial a escuchar lo que tiene para decir una persona en ciertas instancias determinantes de la vida, no pocas veces troca en deseable el mutismo del dolor físico o la anulación de la expresión de la voluntad del paciente, sus deseos, criticas, miedos, confesiones, angustias, etc...
        - Desde la Sociedad, una vasta telaraña de mitos sobre los riesgos asociados con el uso de analgésicos eficaces ( especialmente narcóticos derivados de la morfina y similares), que incluyen peligro de adicción, y acortamiento de la vida. Afirmaciones por supuesto, sin base científica que hacen crecer un fantasma de temor y una realidad de sufrimiento severo, no aliviado.
        Tampoco es un dato menor la incuestionada aceptación de la persistencia del padecimiento físico por analgesia insuficiente o inadecuada: El "aguante" exigido o admirado en aquel que soporta lo insoportable, es una de las formas más desapercibidas del sadismo. La angustia que provoca ser testigo pasivo de la tortura física de un ser querido, es uno de los daños psíquicos imperecederos que se puede infringir al ser humano.

        Controlar el dolor es técnicamente posible hoy en día en un 80-90% de los casos y constituye un deber médico. El sufrimiento desgarrador, no aliviado por falta de conocimientos o de compromiso, por desidia, conveniencias o goces diversos constituye, en definitiva, una falta ética grave.
        Cuestionamos el dolor y la denigración, como instancias inevitables a recorrer al final de la vida. Rechazamos las estrategias intimidatorias para aceptar lo injustificable.
        Proponemos un camino de reflexión y trabajo sobre todo aquello que evita que accedamos a una vida digna, justa y lo más plena que sea posible. La muerte, bien sabemos, inevitablemente llegará, sin necesariamente contar con nuestra ayuda.


Equipo Interdisciplinario de Oncologia


Dr. Pedro M Politi -oncólogo clínico.- politi@Equipo Interdisciplinario de Oncologia.com.ar
Dra. Susana B. Etchegoyen -médica internista.- setchegoye@intramed.net.ar
Lic. Diana L. Braceras -Psicoanalista.- dianabraceras@hotmail.com



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