El coronel tiene quien le escriba

Dra Susana B. Etchegoyen



        Conjunto de escenarios de cartón pintado, donde alguna vez hubo un país en ciernes.
        Harapos mal disimulados que se pretenden ropaje democrático tras varias décadas de autoritarimo.
        Dirigencia arrasada en todos los niveles, sobreviviente a las purgas masivas y continuas de lo mejor de la inteligencia nacional.
        Baile dantesco de fantoches sin capacidad, sin ética y sin valor, que no deciden nada mientras fatigan nuestras horas con discursos tan vacíos como su gestión.
        Sociedad que no puede dar a luz una ciudadanía capaz de luchar por sus derechos más elementales como son la educación y la salud; aterrorizada quizás aún por décadas de un terrorismo de estado, que solo se retiró a medias para dar paso a las pseudodemocracias que el poder imperial necesitaba para imponer su modelo globalizador.
        Territorio arrasado por el neoliberalismo salvaje, donde los intereses en juego impiden siquiera concebir algún proyecto de país.

        Es dentro de este marco donde el proyecto de aniquilamiento del Estado se viene llevando a cabo, y es coherente con el mismo el intento del Ministerio de Salud de terminar de liquidar cualquier obligación ligada a un modelo de Salud Pública que supo ser ejemplar en nuestro país, y que atenta contra los poderosos intereses de los capitales financieros salvajes que vinieron por la última tajada, a quedarse con los fondos de la Salud y la Seguridad Social.

        De cara a esta realidad cualquier botón no solo sirve de muestra, sino que devela la totalidad de la misma.
        Por eso no nos sorprende el curso que han tomado los acontecimientos en el marco de la impugnación presentada por nuestro equipo y otras sociedades médicas de los llamados PROTOCOLOS DE CALIDAD, que entre gallos y medianoche, el infortunadamente así llamado Programa de Calidad del Ministerio, pretendió imponer como letra chica del PMO, para la asistencia de pacientes oncológicos.

        Fueron necesarias tres reuniones con la funcionaria de turno para lograr que dijera lo que todos sabíamos.
        Los protocolos ven la luz por diferentes mecanismos, en algunos casos son redactados por comisiones formadas ad hoc, por el Ministerio, en otros por comisiones "específicas", (la funcionaria declinó explicar los alcances de este término), y a veces como en este caso llegan al Programa de Calidad por resolución de alguna subsecretaria ministerial, ( o sea por la ventana) y ellos solo le dan curso.

        Sin embargo todavía la reunión nos deparaba más sorpresas.
        La representante de la Asociación Argentina de Hematología, Dra. Claudia Corrado, reprochó a la funcionaria el uso de guías de tratamiento elaboradas por esa Sociedad y perimidas por cierto, que le fueron solicitadas con excusas banales, pretextando otros fines, y que terminaron publicadas como protocolos que la Sociedad no solo no redactó, sino que rechaza.
        Integrantes de los grupos médicos que se suponen participaron de la elaboración, confesaron que lo que escribieron no coincide con lo que apareció publicado en los protocolos.
        Los representantes de las Sociedades Médicas y grupos prestadores que formularon los protocolos cuestionados, así como el Director del Banco Nacional de Drogas que se había arrogado la autoría en reuniones previas, ni siquiera se molestaron en concurrir a esta reunión, probablemente con la certeza de conseguir sus objetivos por otras vías sin necesidad de discusiones impertinentes, ya sabemos... al coronel no le gusta que lo contradigan.

        Sorprendente transparencia, la del Programa de Calidad, ....Menuda calidad, la que ostenta.

        La funcionaria tampoco ahorró lamentos por tener que soportar tanta insolencia, y atribuyó el mal rato al "excesivo espíritu democrático" de los integrantes del Programa de Calidad,- "después de todo no teníamos ninguna obligación de dar lugar a sus quejas"-, reflexionó en voz alta, seguramente recordando las advertencias del coronel.Luego agregó: -"quedamos que hoy venían a trabajar, pero si no tienen voluntad, vamos a tener que suspender estas reuniones"-.
        Intentó que el chiste sonara a amenaza, pero a esa altura todos coincidimos en que nada más teníamos que hacer allí, en ausencia de condiciones mínimas de honestidad y transparencia, que garantizaran el trabajo.
        Bien sabemos que los despachos de los coroneles sólo saben emitir decretos y comunicados.

        ¿Qué hacer ahora?.

        Después de todo, esta historia de coroneles y escribas baratos comenzó hace muchos años, y no somos pocos los dispuestos a resistir.