Respuesta al caso de  Fernando R

Manejo del cáncer de próstata avanzado.

  Jessica Barochiner. Facultad de Medicina, UBA.

Antes de comenzar con el análisis de este caso, me parece importante situarlo en un contexto epidemiológico, que, a mi criterio, señala la importancia de esta enfermedad. Según las estadísticas estadounidenses, el cáncer de próstata es el tumor maligno más común en el hombre, y la tercera causa de muerte por cáncer en varones mayores de 55 años (luego de los cánceres de pulmón y colon). Sólo un tercio de los casos identificados por autopsia se habían manifestado clínicamente. La enfermedad es rara antes de los 50 años y su incidencia se incrementa con la edad.

Otros datos que me parece interesante destacar son:

Retomando el caso que nos ocupa, y resumiendo un poco la historia, Fernando R. sufrió una prostatectomía radical tras el diagnóstico de cáncer de próstata, terapéutica al parecer adecuada, ya que no tenía compromiso ganglionar, siendo esto un requisito previo a la realización de este tipo de cirugía.
A los dos años, se detectan metástasis óseas (acompañadas de una elevación en el PSA) en L2 y L4, con síntomas de dolor lumbar y dificultades en la marcha (OJO!! Si bien las metástasis óseas son características de este tipo de tumor, también pueden afectarse el hígado y el pulmón, por lo que habría que solicitarle a este letrado estudios de imágenes para descartar esta posibilidad.).
De acuerdo con la literatura médica, el manejo óptimo de las metástasis consiste en administrar terapia hormonal. El 80 % de los pacientes con enfermedad metastásica obtiene alivio sintomático, con una duración media de la
respuesta de 12 a 24 meses y una sobrevida media de 2,5 años. Dentro de las opciones para producir deprivación androgénica se encuentran los estrógenos (actualmente en desuso por la alta morbimortalidad cardiovascular), la orquiectomía (método algo cruento, verdad?), los análogos de la LHRH, los antiandrógenos no esteroides (flutamida, por ejemplo) y los antiandrógenos
esteroides (como el acetato de ciproterona).
Nuestro paciente fue tratado con terapia hormonal (además de radioterapia lumbar), de acuerdo al consenso actual, y mejoró el cuadro, remitiendo los síntomas.
Hasta aquí, una historia relativamente feliz, lo que se dice una desgracia con suerte... pero hete aquí que unos meses más tarde el PSA asciende a 8 ng/dl y, a los pocos días, aumenta a más del doble !!
No nos queda más remedio entonces, que recurrir nuevamente a la litertura médica en busca de la respeusta a la siguiente pregunta: qué se hace frente a un ca de próstata avanzado con falta de respuesta a la terapia hormonal?
Lamentablemente, las respuestas no son muy alentadoras: en contraste con la respuesta dramática a la terapia hormonal inicial, los tratamientos de segunda línea producen respuestas en el 30 % de los pacientes (como mucho), y las mismas son de poca magnitud y corta duración.
Cuando se han utilizado agonistas de LHRH como tratamiento de primera línea, muchos médicos continúan con alguna forma de supresión androgénica, dado que el cáncer podría aún retener algún grado de sensibilidad a andrógenos. La determinación del PSA es útil en el monitoreo de estos tratamientos de segunda línea, y, si no se observa ninguna respuesta bioquímica en pocas semanas, estos métodos deberían ser abandonados.
La quimioterapia tiene un rol muy limitado, teniendo los pacientes ancianos tasas de respuesta de un 10 a un 20 %, de corta duración.

Existen opciones experimentales que incluyen el uso de altas dosis de ketoconazol, que interfiere con la síntesis de precursores de la testosterona, y el uso de suramina, un antihelmíntico que inhibe varios factores de crecimiento (tiene un potencial neurotóxico alto). La radioterapia junto al uso juicioso de analgésicos apropiados continúa siendo la opción más válida para paliar el dolor óseo.
Con estas cartas sobre la mesa, me gustaría saber si además del aumento de PSA recurrieron los síntomas de Fernando y en base a esto decidir si vale la pena someterlo a una terapéutica agresiva, tóxica y de escaso rendimiento, en pos de mejorar su calidad de vida, o bien si las
ganancias potenciales no justifican todo este sufrimiento, más aún teniendo en cuenta la expectativa de vida que tienen los pacientes afectados por este cáncer y su escasa resistencia a tratamientos cruentos. Por su puesto, la última palabra la tiene el paciente, pero para decidir debe estar correctamente informado acerca de todas las opciones terapéuticas, sus riesgos y beneficios.

BIBLIOGRAFÍA: