El cuerpo en perspectiva histórica:
A propósito del estatuto actual del cuerpo


Mariana Cantarelli
H.A. Historiadores Asociados *



I

        En perspectiva de la historia de la subjetividad, la experiencia humana es el terreno del sentido (de las significaciones socialmente instituidas). Pero ese sentido es situacional porque las condiciones productoras de humanidad varían históricamente. Si las operaciones en el campo del sentido se alteran de situación en situación, será necesario postular la condición situacional de la naturaleza humana.

        El campo de la subjetividad se constituye ligado a un punto problemático: el estatuto situacional de la naturaleza humana. Esto es, no hay definición universal de humanidad sino situaciones que instituyen su humanidad específica. Esta postulación resulta imposible sin una categoría central: el concepto práctico de hombre. Para la historia de la subjetividad, el concepto práctico de hombre determina una humanidad específica por vía práctica, y no sólo por vía de las representaciones. Se trata de una humanidad específica que determina prácticamente cuáles de los cuerpos sapiens pertenecen a la humanidad socialmente instituida en esa situación. Pero también establece cuál es la propiedad fundante de lo humano para las circunstancias en las que se instituye dicha humanidad (situacional).

        Así definida, la humanidad situacional resulta de la instauración de una variedad de operaciones sobre la carne (humana). Si es cierto que estas operaciones varían de situación es situación, no es menos cierto que la humanidad resulta de la institución situacional de las nociones de: verdad, ley, responsabilidad, tiempo y cuerpo. Es la mutación radical de estas nociones, lo que permite dar cuenta de la condición situacional de la naturaleza humana.


II

        En perspectiva de la historia de la subjetividad, la constitución subjetiva (humanidad situacional) se organiza desde la institución situacional de las nociones antes citadas (verdad, ley, responsabilidad, tiempo y cuerpo). Aquí se trata de pensar una de estas nociones. A saber: el cuerpo como entidad simbólica.

        En principio, una precisión. Para la historia de la subjetividad, no hay cuerpo en sí. El cuerpo es una entidad socialmente instituida; es una entidad simbólica que resulta de una variedad de operaciones productoras de sentido sobre la carne sapiens. La carne sapiens condiciona las operaciones productoras de sentido, pero no las determina. Esto es, la carne sapiens (en tanto que condición sobre la que intervienen las operaciones de simbolización) constituye un elemento que ha de ser tenido en cuenta en la institución social del cuerpo. Pero que la carne sapiens sea condición y no determinación, implica que puede ser excedida, apropiada y significada. La institución social del cuerpo en una situación socio-histórica resulta entonces de la serie de operaciones productoras de sentido que significan la carne sapiens en esa situación.

        Si la institución social del cuerpo resulta de una variedad de operaciones productoras de sentido, pensar el status del cuerpo en una situación exige pensar el conjunto de operaciones y dispositivos comprometidos en tal tarea. A saber: la institución social de la alimentación; del dolor físico y mental; del sufrimiento y sus dispositivos de tramitación; de la sexualidad; de la salud y la enfermedad, etc.


III

        Se trata aquí de pensar el estatuto actual (contemporáneo) del cuerpo.(1) Pensar el estatuto actual del cuerpo exige pensar la serie de operaciones y dispositivos que instituyen la corporalidad contemporánea. Pero también exige dar cuenta del agotamiento de la institución moderna del cuerpo.(2)         Hay variación en el estatuto del cuerpo porque hay variación en la subjetividad socialmente instituida (humanidad situacional). La mutación en la subjetividad actual remite al agotamiento de la subjetividad ciudadana como modalidad instituida de estar en el mundo. El agotamiento de esta institución implica el agotamiento de sus dispositivos de simbolización. Las nociones prácticas de reponsabilidad, ley, verdad, tiempo y cuerpo solidarias con el estado nacional y la subjetividad ciudadana, se alteran. Pero se alteran de tal modo que devienen otras. Si devienen otras, instituyen una subjetividad otra. La subjetividad que resulta de tal mutación es la subjetividad consumidora. Hay subjetividad consumidora cuando las prácticas de consumo marcan identitariamente las formas de la organización social. Pero de lo que se trata aquí es de pensar un registro de esta variación (el cuerpo).

        La pregunta que orienta este recorrido es ¿qué es el cuerpo en las condiciones actuales? O dicho de otro modo, ¿en qué consiste la institución contemporánea del cuerpo? El cuerpo es una institución situacional. De tal modo, su sentido resulta de una serie de prácticas que lo instituyen como tal en una situación histórica determinada. Pensar el estatuto del cuerpo en las condiciones contemporáneas exige dar cuenta de la naturaleza de esas prácticas. Conviene entonces detenerse en dos de estas prácticas. A saber: el status del cuerpo y el sufrimiento en las condiciones contemporáneas.


IV

        En tiempos nacionales, el cuerpo opera como el soporte necesario de las grandes empresas. El cuerpo es cuerpo del ciudadano, del soldado, del asalariado. El cuerpo no es proyecto sino instrumento al servicio del proyecto. Justamente por esto, la institución moderna del cuerpo supo ser campo de intervención del estado nacional. En tales condiciones, el cuerpo del ciudadano, del soldado y del asalariado se inscriben como asunto de estado. Pero las condiciones han variado. Agotado el estado nación como pan-institución donadora de sentido, la institución moderna del cuerpo también se ha agotado. En las nuevas condiciones, esto es, en ausencia de proyectos colectivos donde implicar el cuerpo, el cuerpo deviene proyecto (individual).

        Si el cuerpo deviene proyecto, ¿en qué consiste ese cuerpo? El cuerpo deviene proyecto cuando la subjetividad instituida es consumidora. El rasgo fundante de quien ha sido instituido como sujeto del consumo es la imagen. La instituición contemporánea del cuerpo es la imagen. La simbolización del cuerpo como imagen organiza con los determinaciones orgánicas una relación de exclusión. A modo de indicio, una breve referencia. ¿Cuál es el estatuto actual del hambre? El hambre resulta vicio. Si el cuerpo es simbolizado en conexión con las determinaciones orgánicas, el hambre se inscribe como un registro de la necesidad de esa máquina biológica. Su emergencia queda entonces justificada. Es decir, tiene un sentido. Pero si el cuerpo es instituido como imagen, excluye tales determinaciones. Si esto es así, resulta imposible trazar una relación legítima entre los términos: hambre e imagen. Si el cuerpo deviene imagen, el hambre deviene vicio.


V

        La noción de sufrimiento es situacional. En tal sentido, no hay sufrimiento en general sino respecto de las unas marcas subjetivas. Si es cierto que cada subjetividad produce sus modos particulares de sufrimiento, no deja de ser menos cierto que cada situación inventa una variedad de dispositivos capaces de entrar en relación subjetiva con esa modalidad específica del sufrir.

        La subjetividad contemproánea (consumidora) produce sufrimiento. Pero ¿cuál es el estatuto excepcional de este modo de padecer? G. Vigarello (5) destaca que el mundo contemporáneo diaboliza el dolor. Se trata del aborrecimiento del dolor, físico y mental; se trata de la condenación sin atenuantes del dolor. ¿Por qué? Porque el dolor ha perdido sentido cultural. Sin sentido, el dolor es puro sufrimiento. Sin sentido (sin recursos para simbolizarlo), el dolor deviene carnicería. Hay diabolización del dolor porque no hay dispositivos capaces de producir un sentido para ese dolor.

        La pregunta no deja de insistir, ¿cuál es el estatuto actual del dolor? Se trata en definitiva de la experiencia del anacronismo. Entiéndase por anacronismo a la operación lógica que somete lo nuevo a las representaciones propias de otra situación. El anacronismo funciona como obstáculo para pensar y lidiar con el sufrimiento actual. Consiste en la puesta en funcionamiento de una variedad de dispositivos competentes para pensar e intervenir en otras condiciones socio-históricas. Se trata del sometimiento de los nuevos modos de padecimientos a los viejos recursos de tramitación. La estrategia se manifiesta impotente: la novedad no puede ser tomada en su especificidad por las viejas representaciones. El dolor sigue doliendo.

        Este anacronismo resulta ser la causa del sufrimiento adicional. Hay sufrimiento porque hay que lidiar con las marcas subjetivas instituidas, pero hay sufrimiento adicional -y este sería el rasgo típicamente contemporáneo- cuando los dispositivos existentes no son capaces de producir un sentido para ese dolor.


VI

        Sin proyectos donde implicar al cuerpo y sin dispositivos capaces de producir un sentido para el dolor actual, ¿cómo seguir? Si la subjetividad ha variado (de ciudadana a consumidora), los modos de padecimiento también lo han hecho. En estas nuevas condiciones, se trata de forjar nuevas herramientas para tomar en su especificidad las nuevas modalidades de sufrimiento. Pero ¿en qué consiste tal empresa? Se trata de la inscripción de la experiencia del dolor en la subjetividad; se trata de forjar para la cada situación las herramientas capaces de interpelar al dolor; se trata de la producción de un sentido (de un destino) para ese padecimiento. La estrategia subjetiva en conexión con el dolor es aquella capaz de hacer del dolor una ocasión de subjetivación. Si esto es asumido como cierto, hay proyecto donde implicar al cuerpo.


Mariana Cantarelli
H.A. Historiadores Asociados


* H/a es un grupo de historiadores egresados de la carrera de Historia de la Facultad de Filosofía y Letras de la U.B.A. Su campo de investigación es la historia de la subjetividad y su práctica consiste en proporcionar herramientas de pensamiento histórico para las situaciones en las que interviene. En este sentido, intenta situar las posibilidades y los obstáculos en el marco de las equívocas transformaciones contemporáneas.
H/a ha sido convocado para intervenciones, cursos y conferencias en diversas instituciones psicoanalíticas (AAPPG, APA, CPF, APDEBA, CEAP, FORO, etc.), servicios hospitalarios ( Asoc. de residentes de Salud Mental, Hospital Ameghino, Hospital Argerich, Hospital Larcade, Hospital Roffo, etc.), organizaciones educativas (Colegio Santa Teresa de Jesús, Colegio Martín Buber, Facultad de Psicología de la U.B.A., U.C.A., etc.) y gubernamentales (CENARESO, Servicio de Adicciones de Lomas de Zamora, etc).
Integran H/a Ricardo Alvarez, Diego Bússola, Mariana Cantarelli e Ignacio Lewkowicz.



(1) De aquí en más llamaré institución contemporánea del cuerpo a la institución de la corporalidad solidaria con la subjetividad consumidora. Es decir, con el soporte subjetivo del estado técnico-administrativo. La constitución del estado técnico-administrativo varía de situación en situación. Pero es dable pensar que tal experiencia se inaugura en la Argentina bajo dos condiciones: la dictadura que se inicia en 1976, y la hiperinflación que estalla durante el gobierno de R. Alfonsín.

(2) De aquí en más llamaré institución moderna del cuerpo a la institución de la corporalidad solidaria con la subjetividad ciudadana. Es decir, con el sorporte subjetivo del estado nación. Hay institución moderna del cuerpo en tanto que el lazo social se organiza desde el estado nación.
Es posible situar la experiencia histórica de los estados nacionales entre el ciclo de las llamadas revoluciones burguesas (que se inicia con la Revolución Norteamerica de 1776 y la Revolución Francesa de 1789), y el fin de la guerra fría.

(3) Georges Vigarello, Lo sano y lo malsano desde la Edad Media hasta nuestros días, Montevideo, Edicciones Trilce, 1995.