JOHN HOLLOWAY EN ARGENTINA: CAMBIAR POR CANSANCIO(1)
Lic. Diana Braceras


        Holloway(2) nos vino a recordar que lo que nos une es el espanto.
        También que hay otro lazo posible, que no viene del lado de la muerte sino del de Eros: el deseo, el entusiasmo, la emoción, los afectos, la belleza, la creación, el arte.
        Unir a esta estética la antigua idea de hacer la revolución con la potencia de una posición antagónica al discurso del Amo Capitalista, suena a poesía. Es decir:

        "Un arma cargada de futuro expansivo" (3)

        La poesía-herramienta, rescatada de otras revoluciones por aquel decidor de pueblos, Paco Ibañez:

        "Son gritos en el cielo
        Y en la tierra...son actos."


        ¿Será poca cosa la rebelión del NO y de la pregunta?
        ¿Podrá contra la orden, el mandato y la represión ...el chiste y la alegría?
        ¿Los muchos, la diversidad, lo múltiple, lo otro, puede hacer estallar a lo uno?

        Si en este momento histórico, la construcción de las respuestas es una tarea, el planteamiento de los problemas ha de ser el suelo firme; y los conceptos y categorías para pensar lo nuevo, decidirán sobre la fortaleza o la pobreza endémica de los resultados.
        Se trata de una apuesta metodológica, naturalmente afincada en la crítica, revisión y conceptualización de la vieja lucha del antagonismo histórico, entre el goce del amo del "Mundo" y la rebelión de la dignidad de los pueblos.
        Situar la novedad, relevar las formas actuales de dominación y las falsas opciones que ofrece el sistema para asimilar con sus pseudópodos los cambios embrionarios que lo amenazan, exige una plasticidad de artistas, una apertura creadora y la agudeza de un oído musical, para afinar los instrumentos quirúrgicos de esta operación global liberadora.

        Que Argentina en estos tiempos aparezca como un laboratorio de esperanza para las voluntades de cambio de gran parte del mundo capitalista, no es tan extraño, como tampoco lo es que los argentinos no lo reconozcan.
        Fluctuando entre la melancolía de "el mundo fue y será una porquería" y las soluciones precarias de corto alcance de "lo atamo con alambre", también Argentina es uno de los territorios del mundo donde más se desarrolló la conciencia de la clase trabajadora, la costumbre del chamuyo entre amigos, las charlas de café para arreglar el mundo, los picados del potrero, el asadito con los vecinos, las serenatas, las zapadas, las payadas, la justicia distributiva de la rueda del mate, el baile nacional cuerpo a cuerpo del abrazo tanguero bailando contrareloj y ... el lunfardo y el psicoanálisis. Incluyendo siempre la presencia vigorosa de nuestros muertos, que cada vez cantan mejor y vuelven hechos millones, más hermosos y queridos que nunca.
        Tal vez nos sirvan nuestros vicios nacionales esta vez, para sentar una posición donde son tan necesarios el juego y el abrazo, la inventiva y la piolada, la deliberación y la crítica despiadada, el inconformismo y el invento de palabras que nos liberan del respeto a lo oficialmente establecido y consagrado.
        Nuestros orgullos nacionales, en lo fundamental, son creaciones de la cotidianeidad:
        El colectivo, como la birome y el dulce de leche, son reivindicados como las glorias de la inventiva nacional. Uno sirve para ir todos juntos a donde cada uno quiere, la otra para escribir lo que pensamos, lo que tenemos para hacer, lo que estudiamos, lo que sabemos y después... la tiramos, y no prescindimos de endulzarnos la boca con esa lujuria pegajosa en cucharadas de sopa.


        Estado que me hiciste mal...y sin embargo te quiero...

        Casualmente, uno de los hitos históricos del poder de la voluntad popular, por fuera de las estructuras institucionalizadas, surgió por la necesidad fundante de proteger el andar y difundir la letra, se construyeron instrumentos colectivos autónomos para el crecimiento de la clase no favorecida por el sistema gobernante: las mutuales allá por 1850 (la de zapateros es la primera, la segunda es la de gráficos), previas a la constitución definitiva del Estado-Nación, aparecían atendiendo las necesidades de asistencia a la enfermedad, de recreación, etc., de los trabajadores, y financiadas exclusivamente por el aporte de éstos y de conquistas de convenio que el trabajo arrancaba al sistema patronal (Ej.: los aportes de los bancos y de las empresas manufactureras de cigarrillos). Cabe señalar, que hasta ese momento, las Obras Sociales en cuanto sistema, no existían, y por el contrario, el movimiento mutualista como los sindicatos en sus orígenes, constituían instrumentos que representaban un determinado grado de autonomía del trabajo frente al capital y su órgano de dominio: el Estado.

        Ir más allá del poder, de lo que se llama en el marco del liberalismo "poder": ese que se puede tener para dominar, el que se consigue con promesas de beneficios futuros, y se pierde si no se tiene el consenso o la trenza que lo mantenga atado a un cargo. Ese poder, bien representado por la forma de no-hacer del estado después del Estado, de ese poder que depende del ritual legitimizador del voto, no depende la revolución. Como tampoco un cambio en la posición subjetiva depende de acceder al lugar del padre (que todo lo puede) ni al de la otra mujer (que lo poseee), ni de ser premiado por el buen comportamiento, ni de cosechar los frutos del ideal del grupo de pertenencia, convencidos de ser los mejores del mundo.
        Para el Psicoanálisis desde siempre y ahora también para la revolución del siglo XXI, la cuestión se plantea por fuera del campo del Ideal, no de los ideales, sino de la identidad con un modelo de ser custodiado por expertos; por un deseo de poder más allá del falo, de la representación imaginaria del poder.
        Se trata de una ética ligada al campo del deseo y del acto. De la no delegación en el Otro de las responsabilidades y de las posibilidades. De la preservación de la diferencia y la ventaja de la diversidad. Por eso la abolición del criterio de identidad, resistido por la identidad política progresista, impone toda la posibilidad de crear nuevos soportes:

        Sólo construyendo "lo que no es" se cambia "lo que hay".
        Sólo descubriendo "lo que hay" en "lo que es", se desmitifica "lo que ya está".


        No nos exime de la pérdida, tal vez transitoria pero siempre insoportable de los envases queridos de nuestros sueños revolucionarios, añejados a la sombra de dictaduras con uniforme o con poncho, con insignias o con slogans de constructores de imagen.
        Que el Estado, no sea la estructura organizativa imprescindible para el ejercicio del poder; que el poder no consista en la hegemonía del plan revolucionario para el país; que la confluencia de acuerdos políticos no garantice la fuerza para gobernar distinto; que el voto no sea el instrumento para cambiar el mundo, duele. Y no se abandona lo que se ha amado sin dolor, sin resistir la pérdida, sin ver en lo parecido, el dulce rostro del que añoramos.
        También se trata en el movimiento revolucionario del titánico esfuerzo de pasar del Uno a lo colectivo, salir de la lógica de los mosqueteros: Todos para Uno y Uno para todos, que rigió la política de los liderazgos históricamente, entre la idiolatría y la detumesencia del poder de un hombre o un partido. Inevitablemente traidores por corruptibles o por mortales.

        El movimiento es hacia la desalienación, la apropiación del saber acumulado por la comunidad humana es desautorizar la propiedad privada del hacer cultural de los pueblos, es disputar la capacidad del hacer, cómo, cuándo, dónde y para qué y para quienes. Por eso los piquetes, las asambleas, las tomas, la socialización de los planes "trabajar" en emprendimientos autogestionados hacen caminar la imaginación e interrogan la experiencia de los que desean la revolución. Es que tal vez La Revolución, como La Mujer...no exista. Y en La Argentina, una revolución haya empezado por derrotar uno de los pilares identificatorios de su propio nombre:
        El 'no te metás': yo..,.argentino.

        Extraña reacción acompaña el acercamiento de ideólogos autonomistas a nosotros. La frustración por la falta de respuestas a interrogantes que en verdad los argentinos jamás debatimos a fondo, se devuelve como cachetazo al Otro que no accede a mandarnos a hacer la Revolución que Él debería saber cómo se hace.
        ¿Qué significa el peronismo hoy?; ¿Tiene sentido participar en elecciones en el actual contexto? ¿Es posible una revolución sin contar con la estructura del Estado? ¿Qué formas políticas darles a la participación democrática ante la caducidad de la representación?. Son interrogantes que Holloway devolvió al auditorio para que se haga cargo de lo que le concierne particularmente de su historia.

        Mientras sigamos extrañando al Padre que nos enseñe, que nos permita y habilite para hacer la revolución que aún no sabemos en qué queremos que se diferencie del capitalismo, dependemos de que el viejo, el viejo sistema se muera de soledad o de achaques, o se haga más bueno y generoso, que nos perdone la vida y nos deje su herencia cultural para poder ser alguien, alguien como él...Podemos hacer otra cosa que esperar y desesperar?

        Y pese a todo...Se mueve, serpenteante, Argentina se mueve.

        John Holloway, nos dejó con la sencillez de una frase nacida del movimiento zapatista, con el que convive: "La revolución es la que puede hacer un hombre común, porque sólo un hombre común se cansa..."
        Los seres excepcionales son un capital social escaso, insuficiente y perecedero. El trabajo llevará su tiempo...no excluye ni las enormes dificultades, ni la alegría enorme de estar en camino.


Buenos Aires, 6 de noviembre de 2002.



  1. Este artículo está inspirado en la visita que J.Holloway hiciera a nuestro país el mes pasado, donde participó de una serie de reuniones con estudiantes y docentes universitarios, integrantes de movimientos sociales, y grupos políticos.

  2. John Holloway, Filósofo irlandés, de reconocida influencia en el Movimiento Zapatista; autor de Cambiar el mundo sin tomar el poder y numerosos artículos en publicaciones autonomistas como Multitudes y diversos medios de difusión.

  3. Canción española republicana que popularizó en nuestro medio el canta-autor peninsular Paco Ibáñez, identificándosela con el nombre "Estamos tocando el fondo", verso del estribillo:
    "Porque vivimos a golpes
    Porque apenas si nos dejan
    Decir que somos, quién somos.
    Nuestros cantares no pueden ser
    Sin pecado un adorno:
    Estamos tocando el fondo,
    Estamos tocando el fondo"