Consideraciones médicas y psicológicas sobre el manejo pre y postoperatorio

Escribe: Lic. Diana L. Braceras


        En la bibliografía norteamericana que abunda en nuestra formación médica, las recomendaciones acerca de la información a los pacientes y/o familiares, respecto de las instancias previas y posteriores a un acto quirúrgico, están enfocadas especialmente a partir de la conveniencia de prevenir demandas judiciales.
        Obviamente, que en primer lugar concierne el derecho del paciente el enterarse de las vicisitudes de su tratamiento; desde allí partirá el puntapié inicial para hacerse cargo de lo que éste implique tanto al paciente como al equipo asistencial.
        En lo subjetivo, la consecuencia va mucho más allá del registro de la información: ubica al paciente como partícipe activo de un recorrido cuya dirección es del profesional, quien así podrá tener en cuenta, no sólo sus conocimientos médicos, sino la guía singular que le aporta el paciente mismo colaborando en su medida, a la toma de decisiones, muchas veces difíciles de resolver en la soledad descarnada de los estudios diagnósticos.
        Dentro mismo de los objetivos planteados por el médico, se podrá apreciar la diferencia operatoria de la indicación que tiene en cuenta al paciente, ya sea su miedo o su estado de ánimo, sus preguntas o sus pedidos y muy especialmente la temporalidad particular que requiere para afrontar la instancia quirúrgica. Resultará "vital" para el establecimiento de una relación de confianza y colaboración con el médico tratante, y por desplazamiento, se extenderá hacia lo que él indique, será mejor tolerado y efectivo en cuando es una prolongación de un vínculo positivo.
        Por el contrario, la sospecha, el engaño, el disgusto del paciente, o la sensación de anonimato e indiferencia, seguramente no son sin consecuencias: se cobrará su deuda en el silencio de una caída inesperada de las defensas, la inestabilidad de las condiciones requeridas para la seguridad de la intervención, complicaciones en el pre o postoperatorio, abandono del tratamiento, crisis de angustia, u otras alteraciones que no harán más que confirmar que, como en cualquier juego, la preparación física en ausencia del espíritu de equipo y la confianza en el entrenador, aumenta el riesgo de perder la partida.

        Si conceptualizamos en qué consiste la"preparación psicológica" que algunas veces acompaña las recomendaciones generales en manuales médicos, nos encontramos con el concepto de angustia y una de las modalidades para acotarla: el armado de una escena anticipada, en este caso del acto operatorio, con una participación activa del sujeto y un claro registro del objetivo del acto por parte del equipo médico.
        Un tal manejo preoperatorio, configura un encuadre imaginario de una situación desconocida que va a afectar íntimamente al sujeto: pone palabras, saber, nombres y racionalidad a un acto que involucra una violencia ejercida por otro, en el cuerpo propio. Ambas vías, la imaginaria y la del lenguaje son las que proveen el límite necesario para cercar la escena, que puede ser temida pero no ya angustiante, y en esta diferencia se juega gran parte del "éxito" de un pre y postoperatorio en tanto puedan cursarse lo bastante libre de complicaciones en lo que ataña al cuerpo, no reducible a un organismo aislado.
        Con este fin, es posible que se asignen algunas entrevistas con un integrante "psi" del equipo, con quien el paciente podrá explayarse sobre sus fantasías y creencias, sincerarse sobre sus dudas e impresiones respecto a los médicos tratantes, etc. Resulta complicada entonces la posición del "terapeuta" que no pueda sostener su intervención con autonomía del equipo, cuestión ni siquiera planteada en el diseño de la asistencia interdisciplinaria, donde se supone que los miembros forman parte de un "todo" integrado y leal al quehacer médico.
        Hay que señalar entonces que hay diferencias sustanciales en los objetivos y procedimientos "psi" que intervienen en el campo de prácticas médicas.
        La tendencia más difundida es la de la "colaboración interdisciplinaria", con la que se ayuda a sostener la actuación médica y adherir al paciente al tratamiento indicado. Diversas técnicas psicológicas son proclives a esta suerte de corporativismo que implica el fortalecimiento indirecto de una práctica dominante, ya sea dentro del área de ciencias de la salud, como empresarial o publicitaria. El conocimiento de los resortes sugestivos de la estructura humana, facilitan esta tarea produciendo efectos inmediatos sobre la accesibilidad a la demanda del Otro, independientemente de su idoneidad. Existe un fácil desliz de la dirección del tratamiento a la dirección del paciente, el "manejo" en estos casos, puede ser algo más que una metáfora.
        En nuestro medio, sin embargo, el arraigo del Psicoanálisis provee eficaces herramientas para trabajar con el paciente, lo que implica singularmente la contingencia que está atravesando en relación a su cuerpo y a las intervenciones médicas que demanda.
        En tanto ética, tampoco en estas especiales circunstancias, la posición del analista promoverá una aceptación masiva a-crítica de las propuestas médicas; puede acompañar el proceso, pero jugando siempre sus fichas al inconciente del único sujeto que debe ser tenido en cuenta: el que surja del decir del paciente y de la escucha del analista. Allí, los avatares médicos ocupan el lugar de un relato y mejorar su posición deseante sin favorecer la alienación a un Otro omnipotente e incuestionable, seguirá siendo el procedimiento básico, sin interponer lealtades de ningún orden. Más allá del concepto personal del analista en relación al equipo.
        La intervención analítica no se basará en criterios adaptativos estandarizados ni en consejos morales; no sostiene ideales de beneficiencia ni concede a la victimización del enfermo. Favorece la interrogación y la toma de decisiones personales con la mayor autonomía posible.
        Esta posición es neutral respecto de lo que se propone como "terapéutico" en el sentido de un adiestramiento educativo o una domesticación de la voluntad; no consiente el abuso del poder de la sugestión apoyado en la asimetría de la relación médico-paciente. Pero su abstención nunca es respecto del deseo: lo más intenso y singular que puede causar al sujeto para atreverse a vivir, aún en las instancias más complejas y difíciles de su existencia.
        En este estricto sentido, el corte en el cuerpo orgánico, puede resultar el epílogo de un corte que no se pudo dar en otros planos de la vida de un sujeto, cobrando su "libra de carne" donde lo simbólico falló...en contra. La oportunidad de habilitar de nuevo la palabra y su eficacia fundamental: producir un sujeto, puede encontrarse también en la antesala de un quirófano.