El siguiente documento se publica a pedido, luego de más de doce años de su presentación inicial. ¿Por qué? Porque continúa rampante la tendencia a "embutir" medicamentos en los pacientes, en forma mecánica e irreflexiva. Porque la sociedad reclama fuertemente "la pastilla" o "la vacuna" para casi todo, y se resiste a creer que no haya un medicamento que le permita continuar con estilos de vida que llevan a la enfermedad - sin tener que sufrir las consecuencias (ver artículos de la sección Prevención, en esta misma Página Web). Y porque la Medicina - en este caso, para mal - es practicada por seres humanos inmersos en esa sociedad, y a veces, contagiados de las percepciones del mundo que dominan en ésta. Centrarse exclusivamente en los medicamentos impide considerar medidas no-farmacológicas (dieta, estilo de vida, actividad física, psicoterapia, higiene ambiental, supresión de la exposición a tóxicos o alergenos, etc) que en ocasiones son la clave de la solución. El medicamento visto como un objeto de consumo deja de ser un instrumento para alcanzar o preservar la salud, cuyo uso se halla bajo la experiencia y responsabilidad de un profesional.

        Los medicamentos, como herramientas y en sus indicaciones específicas, tienen ventajas y limitaciones. Esperar de ellos lo que por naturaleza no pueden darnos es transitar un mal camino. Es tener un mal viaje.

        Por eso invito a la lectura del artículo de la Lic. Braceras: para tomar perspectiva. Para que haya luz.

Dr. Pedro M. Politi

Buenos Aires, agosto de 2001.





LA PATRIA PASTILLERA (1)

Lic. Diana L. Braceras

        "Es suficiente conocer los volúmenes de venta de estimulantes, sedantes y analgésicos --que en el último año superaron los 360 millones de dólares-- para concluir que nuestra sociedad vive inmersa en una verdadera dependencia química". La apreciación corresponde al ministro de Gobierrno bonaerense, Luis Brunati, y forma parte de una nota sobre drogadependencia en un diario porteño.

        En opinión de Brunati, las causas que originan este desmesurado consumo de medicamentos --principalmente los psicofármacos-- deben buscarse en "las múltiples y complejas frustraciones padecidas por la población en los últimos años, en especial, durante la dictadura militar".(2)

INTRODUCCIÓN

        Comparto el interés por el estudio y la difusión del tema de la adicción psicofarmacológica, importante a la hora de discutir una política sanitaria, como para esclarecer sobre los mecanismos de dependencia y explotación en vigencia, desde la dominación económico-cultural.
        De la nota periodística se desprende que la causa de este alarmante consumo de medicamentos en general y psicofármacos en particular, se debe a las "frustraciones padecidas por la población en los últimos años, en especial, durante la dictadura militar".
        Desde mi tarea asistencial como psicóloga, quisiera aportar a este delicado tema en el cual política y salud mental se entrecruzan tan explícitamente: Creo que la excesiva simplificación de la hipótesis, cumple el cometido de señalar la responsabilidad histórica de las dictaduras militares en el deterioro que en todo sentido ha sufrido la sociedad en su conjunto, profundizado por cada golpe de estado. Sin embargo, identificar la causa del consumo excesivo de psicofármacos con el nivel de frustración y padecimiento, significaría legitimar que la única respuesta posible a los malestares, crisis y conflictos, sería la prescripción de medicamentos.
        Quiero sostener la variable "dictadura" en la relación psicofármacos y salud mental, pero no a nivel de la causa, lectura posible de los efectos del terrorismo de estado en la subjetividad; sino interviniendo a nivel de la prescripción terapéutica denunciada en virtud de su exceso y masificación.
        La relación entre esta práctica médica y la dictadura no es simplemente de ilustración o semejanza, sino que descubre una verdadera producción de un universo simbólico de corte militarista, que engendra prácticas sociales a su imagen y semejanza, en los más diversos ámbitos. Intentaré exponer este efecto en la práctica médica, que afecta doblemente los derechos humanos: del paciente, en tanto se lo priva de una asistencia adecuada a su problemática; y del psicólogo, en tanto se desconoce y se reniega la especificidad de su campo profesional.

DESARROLLO

  1. Ante una situación de evidente conflicto y malestar, que no atañe a sus funciones específicas tratar, se erige como solución una receta "obligado por sentirse responsable de la salud toda de la patria" digo, del paciente, interviniendo "de facto" en un terreno para el que no lo prepara su carrera, con una exagerada vocación de servicio que no reconoce barreras ni límites personales. El médico que así procede, se arroga la suma del poder para legislar y juzgar problemas evidentemente psicológicos y ejecutar una receta como respuesta, consumando una usurpación de la función de aquellos miembros de la sociedad, preparados para dirigir en ese campo, específico la cura que les compete.

  2. Suprime la palabra, llenando la boca de analgésicos, ansiolíticos y sedantes. Si algo no va con la psicología es, "la receta uniforme".
            Cuando "el silencio es salud", el sujeto frustrado, desilusionado, deprimido, desesperado, pierde la posibilidad de hablar sobre lo que le pasa, pierde la posibilidad de ser escuchado y de escucharse, se lo priva de una vía de productividad de sus síntomas, de su malestar, de su angustia, del rescate de un cierto saber constituible sobre un cierto silencio que lo destituye, sin retorno.

  3. Descalifica lo nuevo y diferente minimizando la práctica psicológica hasta reducirla a un mero accesorio dosificado por "expertos", complemento libertino de "tratamientos integrales".
            Por el contrario, la sospecha y la desconfianza ante una profesión "subversiva" peligrosamente dialéctica, que tiene el poder de "lavar cerebros" moscovitamente hablando, haciendo que la gente se separe, se junte, se independice y se rebele a un orden preestablecido, exaltación de la pornografía, el ateísmo, el hedonismo y todos los "ismos" tan ajenos a nuestras tradiciones occidentales y cristianas.
            Con este doblete ideológico se aísla, se previene y se margina una disciplina que no termina de tomarse en serio su eficacia, cuando ya se la quiere condenar por demoníaca.
            Estos prejuicios tan eficazmente difundidos, han perjudicado en dos sentidos la trayectoria de nuestra profesión:



            Las consecuencias actuales y cotidianas son la insuficiente y la tardía derivación de pacientes, en cambio se desenfunda la receta, controlable y químicamente "pura". Son los médicos de receta fácil.

  4. Ofrece soluciones rápidas, fáciles e instrumentadas por otros, no por los afectados. Se promociona la posibilidad de cambios fulminantes y económicos, la oferta y la timba son siempre tentadoras aunque lo que se ponga en juego sea la vida misma.
            Se promueve la creencia ciega en alguien que detente algún puesto de poder frente a aquel que simplemente y sin aparatología sofisticada se sienta a escuchar y hablar, explicitando una confianza básica en que el decir del propio afectado será el lugar de donde surja la posibilidad que conducirá a su cura. El trabajo psicológico se distingue radicalmente de la especulación, en la que se invierte el no hacer para ganar, sin siquiera el esfuerzo de transformar algo, de producir un efecto, de recorrer un camino.
            En la "patria pastillera" para estar mejor, sólo se espera puntualmente acordarse del trámite de la pastillita, cual plazo fijo renovable cada doce horas, dejando "que trabaje el capital" bioquímico mientras uno está en otra cosa o, lo que es peor, en lo mismo de siempre, que lo ha llevado a la situación de la cual se queja, pero que no quiere correr el riesgo de modificar sin garantías de sacar-la grande. También en este caso las ganancias se miden en miles de dólares, pero otros son los verdaderos ganadores.

  5. Desestima el deseo de saber: "por algo será..." y punto final, tomate la pastillita y hop-hop, los problemas ya no existen, porque se puede dormir y seguir cumpliendo con las rutinas, por un tiempo más.
            La propuesta implícita es no hacer preguntas, no investigar más:
    - "me dijo el doctor que mi problema es que pienso demasiado".
            La interrogación se convierte rápidamente en un síntoma y es urgente hacerlo desaparecer. Mientras no se sientan los efectos es "como si" las causas no existieran y cuando éstas se hacen oír nuevamente buscando reconocimiento por distintas vías, aún no obturadas, ya serán "efectos secundarios", colaterales o "indeseables" de la medicación y no de lo que lo provocó, sepultando definitivamente en el silencio el síntoma cronificado, cada vez más desfigurado y asimilado como "el ser oficial", tras los sucesivos mantos de olvido.
            El miedo a la memoria, la reticencia para hablar con ideas propias de lo que uno piensa, vive o ignora; diseca el deseo de protagonizar la propia vida en un slogan publicitario: sólo para espectadores.


        El Destino, la culpa de los demás, la herencia y el siempre fue igual, terminan pronto donde generalmente empiezan: "¿y ahora? ¿qué tengo que hacer?".

        Si la respuesta es un psicofármaco, lo haya reflexionado o no, el profesional que lo receta:


CONCLUYENDO:

        Los psicofármacos administrados masiva y generalizadamente como lo denuncia la investigación del ministro Brunati, son las rejas que apresan el deseo de vivir, de reflexionar y actuar; haciéndose responsable personalmente de encontrar el mejor camino para resolver y decidir las cuestiones importantes que afectan la vida, individual y colectivamente.
        El ejercicio del poder autoritario y represivo se fue enquistando con el correr de las dictaduras en la práctica diaria. Dentro del campo de la medicina, entre otras estrategias terapéuticas, la medicación tiene una restringida y muy específica indicación adecuada, más allá de la cual es un abuso indebido de droga, un abuso del alcance del ejercicio profesional de la medicina, y un abuso de la industria farmacéutica, beneficiarios económicos de este mercado artificial de ilusiones.
        Los efectos indeseables y su toxicidad, no derivan en lo fundamental de los excesos, sino de la efectividad de esta matriz discursiva que modela una subjetividad dependiente, consumista e impotentizada.(3)



  1. Trabajo presentado en las Jornadas sobre "Los derechos de los humanos desde la práctica del psicólogo". Organizado por el Colegio de Psicólogos de Córdoba. Córdoba, Argentina, 1988.

  2. Diario "Página 12", 1988.

  3. La actualidad y persistencia de esta tendencia en la práctica médica, transitados diecisiete años de democracia, se confirma con los datos aportados en los proyectos presentados en la Comisión de Salud de la Cámara de Diputados para la discusión de la ley nacional de medicamentos: se recetan aproximadamente trece millones de comprimidos diarios y el gasto calculado alcanza una suma superior a los diez millones de pesos por día (se ha multiplicado por diez la cifra señalada por el ministro Brunati en 1988). Fuente: Revista La Nación, "Un remedio para los medicamentos". Texto: Jorge Palomar. 14 de marzo de 1999.