EL EXTERMINIO DEL DISCURSO MÉDICO


        Cuando lo que se juega es importante y sin embargo difícil de discernir pero sus consecuencias incalculables, el mayor riesgo es el silencio.
        La coyuntura socio-política, con el entronizamiento de un supremo interés en la adaptación a un modelo "económico" abstracto, no explica la sumisión irresistible a sus dictados.
        Si "universalmente" se acuerda o se otorga, limitándose a convivir con la práctica profesional bastardeada por las condiciones que se "exigen", todos somos culpables formalmente y ninguno es responsable en lo personal.
        La "inocencia" consiste en autorizarse desde un lugar de no implicación, libera de responsabilidad, se exculpa de sus actos y omisiones que ya no devendrían de un "saber hacer", sino de un "puro hacer" anónimamente programado: el médico deviene burócrata en un sistema científico sin sujetos.
        Tal es la situación que pone en evidencia el catálogo de prescripciones medicamentosas a incorporarse en el Programa que garantizaría la Calidad de los tratamiento oncológicos.
        Precedido de carísimos propósitos democráticos, termina accediendo a baratísimas oportunidades de:
        Es decir, logrando los objetivos que socavarían la razón de existir de la función médica.

        Una de las vías de exterminio de todo discurso, es el uso de una jerga eufemística, la transposición de todo bien a la lógica del mercado de consumo y la pretensión de un saber totalizante y sistemático abstracto.


...SINÓNIMO DE CALIDAD

        Un ejemplo del poder corrosivo del eufemismo en el discurso médico es la categoría de "CALIDAD".
        El eufemismo se apropia de partes de un discurso para trivializarlo y disolverlo en una abstracción que reduce a la nada el soporte subjetivo, ya sea desde la perspectiva de aquél a quien afecta en calidad de víctima, podríamos decir, como la del perpetrador del acto, a quien se permite desconocerlo en el momento mismo de realizarlo. Lo seleccionado por el eufemismo como referente es "eso" y no puede no serlo (1).
        El eufemismo es prolífero en clasificaciones, a partir de él se selecciona, no conceptualiza, no desplaza, fija. Opera un rechazo del contexto, abstrae.
        Si la calidad aludía en el discurso a una categoría diferencial respecto de la cantidad, lo cualitativo adquiría la dignidad de la esencia no cuantificable, trascendiendo lo accidental del número apuntaba al ser y al saber, a la nobleza de sus elementos constitutivos.
        La "calidad" eufemísticamente, es decir fuera de discurso, se agota en una lógica biunívoca: a tal elemento del conjunto A (Ej. Ca de ovario) le corresponde sí y solo sí tal elemento del conjunto B (Ej. Quimioterapia). En la lógica mercantilista, tal necesidad se satisface con tal producto, para satisfacción del cliente.
        Otro ejemplo de eufemismo en la práctica médica es: "enfermo terminal" (Ver La Ideología del Buen Morir).
        El triunfo del pensamiento calculante que describiera Heidegger, se engolosina con estadísticas inverosímiles que pretenden sistematizar matemáticamente hasta la calidad de la vida de los pacientes. De lo solemne a lo ridículo, como sabemos puede haber sólo un paso, depende dónde se caiga.
        Que no exista un objeto prescriptible y calculable que de cuenta en sí mismo de la calidad de un tratamiento médico, de cualquier especialidad, no significa que no existan parámetros para comparar la eficacia y los efectos que se logran según sean las propuestas terapéuticas. Tampoco sería admisible que la práctica médica actual, tributaria de la investigación científica, no sea normativizada en relación a los estándares corroborados en ensayos clínicos aplicados a las propiedades del organismo humano.
        Pero, ninguna mercancía en sí misma garantiza la calidad de un tratamiento médico, ni siquiera aquella que encarne la panacea de la curación en un momento histórico dado.
        Enfatizamos que lo esencial en el seno de un tratamiento médico, consiste en el entramado del lazo social entre el médico y el paciente, creando una relación de efectos terapéuticos a partir de la cual se seleccionan, administran y controlan los diversos recursos disponibles, con el mismo objetivo que dio lugar a la existencia de toda medicina a lo largo de la historia de la humanidad: curar, atenuar, aliviar, proteger del padecimiento del cuerpo a un sujeto que tiene las capacidades de hablar, de saber y de engañarse toda su vida.
        Por eso la satisfacción del cliente es algo muy distinto al bien del sujeto (2).
        Por eso el valor de una práctica digna de un ser humano, no es sinónimo de la calidad de un producto de consumo sujeto a rentabilidad.
        La homogeneización del lenguaje de la globalización (otro eufemismo), como estamos viendo en cada uno de los países que la adoptan, provoca evidentes efectos de segregación y exterminio sobre las prácticas instituídas a partir de una concepción de hombre distinta a la del "ser consumidor".
        Sigmund Freud lo advertía claramente: se empieza cediendo en las palabras y se termina transigiendo en los hechos.

        Resulta auspicioso y aleccionador que en base a las objeciones planteadas a título personal, en el caso de los profesionales de este Equipo, para la aprobación de los Protocolos Convencionales para tratamientos Oncológicos, el Ministerio de Salud haya dispuesto la revisión y reformulación de estas normas.

        La palabra lo hizo.


Diana Braceras, 20 de junio de 2001



  1. Perla Sneh-Juan Carlos Cosaka, La Shoah en el siglo. Del lenguaje del exterminio al exterminio del discurso, xavier Bóveda Ediciones, Bs. As. 1999.
  2. Gabriel Lombardi, "Satisfacción del cliente y beneficio del Sujeto", Lacaniana. Revista del Foro Psicoanalítico de Buenos Aires, Año 2 No.2.