"Abierto por Balance"

Lic. Diana L. Braceras*


        Cuando se trata de hacer un balance de lo vivido, la experiencia se salda, como es habitual, dice Albert Camus, con la pérdida de algunas ilusiones y el fortalecimiento de una convicción más profunda.
        El tiempo para tal balance, suele coincidir con un fin de año, con un nuevo cumpleaños, también en ocasiones, es la irrupción de una enfermedad y el doloroso tránsito del tratamiento, lo que conduce al enfermo al racconto de su vida, al cuestionamiento del estilo impreso a su vivir y a preguntas fundamentales respecto al futuro en comparación con el pasado y a la luz de su actualidad.
        Cuando nos sorprendemos de "Balance" , algo a terminado, un fin está en curso. A veces, no sabemos de qué se trata...pero un cierre, puede propiciar la apertura a los cambios necesarios para que vivir valga la pena. "Recoger los pasos", como se dice en nuestros pueblos norteños, es una manera de expresar este desandar por la propia historia, que no consiste en una simpleza de corte mercantil: " poner en la balanza los pro y los contra".
        El testimonio de lo vivido no deja afuera las propias injusticias ni las opciones que ya resultan ajenas, aunque en algún momento se creyó en ellas. Las dudas y certidumbres, el error que siempre acompaña las más fundadas elecciones, nuestras fidelidades y esperanzas. "En tanto que la verdad se acepte por lo que es y tal como es, aunque sea por un solo espíritu, habrá lugar para la esperanza."
        Hay ideas ingenuas y caprichosas respecto de la Esperanza. Hay una suerte de militancia de la esperanza, que a toda costa pretende convencer y sugestionar al futuro, para concebirlo venturoso, dependiente de nuestros deseos, a salvo del "pesimismo", como si la fuerza de las convicciones obedeciera a la posibilidad reasegurada del triunfo sobre las contingencias de la vida.
        La claridad del pensamiento de Camus, pone en su lugar las cosas:
        "La verdadera desesperanza no nace ante una obstinada adversidad, ni en el agotamiento de una lucha desigual. Proviene de que no se perciban más las razones para luchar e, incluso, de que no se sepa si hay que luchar."
        Aquí la esperanza aparece hermanada a la verdad, a la razón y al saber, no disfrazada de engaño, de sugestión e ignorancia.
        Resulta un lugar común en el ideario del buen médico, o del médico bueno, como de cualquiera que asuma el lugar de apoyar psicológicamente a un enfermo con cáncer, esgrimir la defensa de la esperanza para justificar el ocultamiento, los pactos de silencio o directamente la mentira, a cerca de diagnósticos, tratamientos y pronósticos requeridos por el enfermo.
        "Sí, andá tranquilo que está todo bien", dice el paciente a su familiar que le reprocha estar bajoneado: "Mejor no te hubieran dicho la verdad, ves? Lo único que lograron es deprimirte..."
        "Ya está, - asegura una terapeuta - , ya la convencí que no tiene que bajar los brazos, que el cáncer es una maravillosa oportunidad que Dios nos da para poner a prueba nuestra fe. " La paciente espera que la esperanzadora desaparezca, para pedir una dosis de cianuro, harta de escuchar consejos bien intencionados.
        Las razones del porvenir han de ser inmensas: "Tienen la dimensión de la esperanza y la hondura de la rebelión". Para concebir un mañana, en ciertas encrucijadas de la vida, ha de ser necesario abrirse a "una terrible esperanza, la de los hombres a solas con su destino...Sí, es realmente la noche de la verdad, de la única verdad válida, la que anhela luchar y vencer...La grandeza del hombre está en su decisión de ser más fuerte que su condición. Y si su condición es injusta, hay una sola manera de superarla: ser justo él mismo."
        La justicia está emparentada también con la verdad, la razón y el saber.
        ¿Porqué justo a mí?...Es injusto. Pero volver justa una injusticia, no es sin rebelión, sin esfuerzo, no tiene garantías.
        "Entonces, hay que renunciar a este esfuerzo por algo aparentemente inalcanzable? No, no hay que renunciar, sino simplemente medir la inmensa dificultad y hacérsela ver a quienes, de buena fe, quieren simplificarlo todo".

¿Cuándo decimos que un hombre ha puesto en orden su vida?


Es necesario para ello que se haya puesto de acuerdo con su vida y que haya conformado su conducta a lo que cree verdadero.
        "Nadie podrá jamás hacernos considerar como un hombre de orden a ese privilegiado que hace sus tres comidas diarias durante toda su vida, que tiene su fortuna invertida en valores seguros, pero que se mete en su casa cuando hay disturbios en la calle. Es tan solo un hombre de miedo y de ahorro. Y si el orden debiera ser el de la prudencia y la sequedad de corazón, estaríamos tentados de ver en él el peor desorden, porque, por indiferencia, permitiría todas las injusticias"
        Camus, está hablando de un orden social: ¿ podemos pensar, con los mismos parámetros el orden de una vida personal? ¿ el orden de un cuerpo singular?
        "No hay orden sin justicia, y el orden social de los pueblos reside en su felicidad."
        "El resultado es que no se puede invocar la necesidad de orden para imponer la propia voluntad, pues de ese modo se toma el problema al revés. No se debe exigir orden para gobernar bien, sino que hay que gobernar bien para lograr el único orden que tiene sentido. No es el orden el que refuerza la justicia, sino la justicia la que da su certeza al orden".

        Ser justo con uno mismo, ordenar la vida en conformidad con los deseos por los cuales valga la pena vivir, está en las antípodas de la moral de la comodidad: "Es preciso saber que cada mediocridad consentida, cada negligencia y cada actitud cómoda nos hacen tanto mal como los fusiles del enemigo"
        Si el balance en determinado momento de la vida, nos abre los ojos del entendimiento a la dimensión trágica de haber socavado los cimientos de nuestra intención de ser felices, la posición ética que con Camus, ilustramos, proclama:
        "...no tener ya derecho a la fatiga. Es la primera condición de nuestra recuperación...los mismos hombres que supieron decir no, pondrán mañana la misma firmeza y el mismo desinterés en decir sí." (...)
        "Sabemos, en efecto, que la salvación del hombre es quizás imposible, pero afirmamos que no es ésta una razón para dejar de intentarla y afirmamos sobre todo que no es lícito llamarla imposible antes, de haber hecho, de una buena vez, lo que fuera necesario para demostrar que no lo era."
        No creemos tampoco en los balances absolutos e infalibles y cerrados, sino en el mejoramiento obstinado, caótico pero incansable de la condición humana.
        Un balance corajudo sin hipocresías, no admite traiciones a sí mismo: puede ser el amanecer de la apertura a un cambio profundo.

*Nota de la autora:
Todas las citas entre comillas, fueron extraídas de los textos de Albert Camus, en Moral y Política. Losada, Buenos Aires, 1978.

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Diana Braceras, enero del 2001.