¿Erradicar la Muerte?... acerca del artículo Death and the research imperative, de D.Callahan

Lic. Diana L. Braceras


        El encuentro en una publicación científica con un artículo que problematiza la Ética (1) es una invitación a la reflexión.
        El autor toma al toro por las astas y plantea rigurosamente por dónde pasa la diferencia fundamental del posicionamiento en la praxis médica:

  1. Pensar y actuar como si la muerte fuera una contingencia evitable.
  2. Reconocer la imposibilidad de erradicar la muerte.

        El conflicto aparente se da entre la esperanza y la desesperación, ambas en realidad son posiciones de espera: una de pura paciencia, la otra arroja al sujeto a un estado de sustracción del futuro, resignación a la impotencia. ¿Nada se puede pensar ni hacer partiendo de la base de ser mortales?
        Con la sabiduría de Tiresias, el vidente ciego de la Grecia Trágica, Borges vio la Ciudad de los Inmortales:

Esta ciudad es tan horrible que su mera existencia y perduración, aunque en el centro de un desierto, contamina el pasado y el porvenir y de algún modo compromete a los astros. Mientras perdure nadie en el mundo podrá ser valeroso o feliz*.
La muerte (o su alusión) hace preciosos y patéticos a los hombres. Éstos conmueven por su condición de fantasmas, cada acto que ejecutan puede ser el último; no hay rostro que no esté por desdibujarse como el rostro del sueño. Todo, entre los mortales tiene el valor de lo irrecuperable y de lo azaroso...**


        La historia de los hombres se despliega entre la creencia y la caída sucesivas de la fantasía de inmortalidad, cierto registro de la finitud nos roza y nos apura a vivir: ¿para qué pensar, actuar, realizar, elegir, decidir, si la postergación de los actos puede ser infinita, ya que ningún límite los apremia?
        No es meramente una lucha biológica la que tiene por objetivo erradicar la muerte, lo que se pretende es el control del tiempo y el azar, la contingencia y la oportunidad: el paraíso del obsesivo, el que cree que luego de controlarlo todo y anticipar los efectos sin correr ningún riesgo, va a tener tiempo para actuar con la certidumbre de obtener los resultados exhaustivamente planeados que necesita para que su mundo se mantenga estático y sin sobresaltos incalculables, muerto.
        En vez de intentar incluir la muerte en la vida, es la vida misma la que termina pareciéndose a la muerte: definitiva, permanente, plana, sin deseo ni perentoriedad. Siempre habría otra oportunidad para todo, nunca la última.

"Muerte pacífica"

        Si tenemos en cuenta la propuesta de trocar el ideal de inmortalidad por el de una muerte pacífica o digna, sería muy digno de tomar en cuenta los parámetros con que miden su tormento los enfermos insanables en proceso de morir.

        - Transitar sin asistencia confiable y afectos cercanos los últimos momentos: su soledad.
        - Dejar a sus seres queridos desprotegidos y desconsolados: su desamparo.
        - No haber dicho, hecho o reconocido algo que hubiera cambiado la suerte de otro, vivo o muerto: sus culpas.
        - Haber perseverado en odios y descuidos hacia seres significativos: sus injusticias.
        - No haber realizado a tiempo aquello que desearon y hubiera estado al alcance de su mano: sus renunciamientos.

        El sufrimiento subjetivo si no encuentra una vía por medio de la palabra y de los actos, afecta el organismo produciendo violentas descompensaciones físicas, dolor incontrolable, reacciones adversas a la medicación y cuadros catastróficos que ponen en jaque a la asistencia médica y a la sensibilidad de los allegados.
        No son las grandes inversiones en tecnología de punta lo que pacificaría el morir, sino un efectivo sostenimiento físico y subjetivo en los lazos terapéuticos y afectivos.
        Las dimensiones del tiempo están en juego en la conclusión de una vida.
        - En el pasado: la posibilidad de haber protagonizado una vida digna.
        - En el presente: la continuidad de la asistencia y la seguridad de los vínculos.
        - En el futuro: la trascendencia en las marcas fecundas de las huellas.
        El amor, el trabajo y la creación son los báculos que alivian, apoyan y confortan haciendo soportable lo inevitable y realizable lo posible. Tres lazos que anudan la consistencia de toda praxis ceñida a la Ética.

"Guerra a la muerte"

        En cada siglo la ebriedad de la soberbia humana delira con el descubrimiento del Río de la Inmortalidad. En nuestra cultura y en los umbrales del siglo veintiuno, las aguas de la genética mercantilizada por la tecnocracia vende la promesa de construir un Mapa completo que nos guíe hacia la Vida Eterna. Borges también nos anticipa su destino:

.. En aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él. Menos Adictas al Estudio de la Cartografía las Generaciones Siguientes entendieron que ese dilatado Mapa era Inútil y no sin Impiedad lo entregaron a las Inclemencias del Sol y de los Inviernos. En los desiertos del Oeste perduran despedazadas Ruinas del Mapa, habitadas por Animales y por Mendigos; en todo el País no hay otra reliquia de las Disciplinas Geográficas.
(En Viajes de varones prudentes)***.



Mayo de 2000


1. D. Callahan. Death and the research imperative. N. Engl. J. Med. 2000; 342: 654-655.
* Jorge Luis Borges, "El inmortal" en El Aleph. Obras Completas, Emecé, Buenos Aires, 1974, pág.538.
** Ibid., p. 542.
*** J. L. Borges, "Del rigor en la ciencia" en El Hacedor, Obras Completas, Emecé, Buenos Aires, 1974, pág. 225.