CUESTIONES ÉTICAS: ¿QUÉ HACER?

Lic. Diana L. Braceras


        Conjugar algunas ideas de importantes pensadores de la condición humana nos puede aportar vías productivas de aproximación a la reflexión sobre nuestro quehacer... que también se podría leer nuestro ¿qué hacer?
        Nos aventuramos a una lectura conjunta de las respuestas de Michel Foucault en una entrevista*, a propósito del análisis de las prácticas institucionales y el ensayo de Alain Badiou que diferencia la "ética consensual actual" y la sabiduría de la acción Ética enraizada en la tradición griega**. Es posible que se despejen aspectos relacionados con la práctica médica y el poder, la posición subjetiva ante el padecimiento y la función social del tratamiento o la cura.
        Lo que plantea Foucault respecto al sistema penal sería aplicable al sistema médico: a partir del momento que una institución que presenta tantos inconvenientes y suscita tantas críticas, no produce más que una indefinida repetición de los mismos discursos, la palabrería de la ética aplicada a ese campo se convierte en un síntoma serio. En nuestro campo, cabría preguntarse si la Bioética no cae en esta inercia de críticas sin consecuencias al no poner en cuestión el sistema de pensamiento, las ideas que subyacen en la Medicina: enfermedad, curación, cuerpo, normalidad, relación médico-paciente, vida, responsabilidad, sujeto.
        El intento del filósofo es el de poner los medios para pensar las condiciones que podrían dar lugar a una real transformación de la práctica. Esta preocupación central en los pensadores de las últimas décadas, podemos retomarla para considerar ciertos parámetros que nos orienten en una pregunta fundamental que debemos hacernos los trabajadores de la salud, pero también y fundamentalmente cada persona, en los avatares y encrucijadas en los que la vida pone a prueba nuestras elecciones personales, que no son ajenas al sostenimiento de la salud, física y psíquica.
        Llanamente cada uno de nosotros debería preguntarse:
        ¿Qué es lo que estoy haciendo al sostener esto que hago?
        Foucault nos ayuda a diferenciar:
        1. La finalidad: es decir los objetivos que nos proponemos y los medios de que disponemos para conseguirlo. Generalmente este aspecto es manifiesto y justifica inicialmente la acción.
        2. Los efectos: no siempre coinciden con la finalidad. Si se descubre este desacople, se plantean dos posibilidades, o bien se reformulan los objetivos y el programa para llevarlos a cabo, o bien hay que pensar que los efectos están sirviendo para algo que no estaba previsto, tienen un sentido y una utilidad distinta a la finalidad manifestada.
        3. El uso: es la utilidad en cierta medida imprevista pero que permite la interrogación ¿para qué sirve y a quiénes beneficia?
        4. Configuraciones estratégicas: son nuevas conductas, que sin estar en el programa inicial cumplen determinada finalidad aunque no se formulen explícitamente. en estas modalidades encubiertas generalmente encuentran acomodo las relaciones de poder menos reconocidas.
        En definitiva, complicarnos la vida planteándonos estos distintos niveles de consecuencia de nuestro quehacer, ¿a qué apunta? A no dejar resquicios para la ingenuidad y para todas las coartadas por las que nos creemos inocentes víctimas de las situaciones, de las instituciones y de nuestros semejantes.
        Nos coloca claramente ante decisiones que comprometen nuestra ética: elecciones en las que nos podemos reconocer como sujetos o defeccionar en posición de objeto sometidos a la voluntad de un Otro con el que colaboramos consolidando su dominio.
        Y ahora sí, contamos con el aporte del filósofo contemporáneo Alain Badiou para diferenciarnos de un supuesto lugar de víctima o de su simétrico, el de benefactor, ambos potentes factores de resignación subjetiva y de consentimiento a lo que hay, por más que se lo critique.
        1. No prestarse a simulacros.
        2. No ceder (en nuestras convicciones fundamentadas).
        3. No pretender la totalidad (esgrimiendo una verdad absoluta)
        La respuesta ética, generalmente no resulta una elección pacífica de buen gusto, sus consecuencias son incalculables, afectan opiniones dominantes e intereses particulares; incluso conlleva el riesgo de pasar por la incomodidad del desconcierto del entorno al abandonar la dirección previsible de la costumbre y los estándares incuestionados.
        El deber de la sociedad es hacer que las personas concretas puedan reconocerse de hecho como sujetos y no como víctimas, ejerciendo su soberanía sobre la contingencia del enfermar en la singularidad de su situación.
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        Poner en cuestión permanentemente nuestro hacer y sus consecuencias, implica una dirección ética distinta a la del utilitarismo, el hedonismo y la adaptación a posiciones cómodamente victimarias o benefactoras. No garantiza el éxito ni el consenso inmediato. Sólo la íntima serenidad de intentar aproximar nuestros actos a lo que pensamos y a lo que deseamos. Que no es poco.

* "Qu'ápelle-t-on punir?". Entrevista con F. Ringelheim, diciembre 1983. Publicada en la Revue de l'Université de Bruxelles, nº 1-3, 35-46. Traducida al español en la revista Archipiélago, nº 2, 1989, 55-63.

** Alain Badiou. La Ética. Ensayo sobre la conciencia del Mal, Buenos Aires, ed. La Escuela Porteña, Revista Acontecimiento, 1994.