CUIDADOS PALIATIVOS: ¿HACER EL BIEN?

Lic. Diana L. Braceras


"Endurezcamos nuestra bondad, amigos.
Ya no hay pusilánime de ojos aguados y palabras blandas,
ya no hay cretino de soterrada intención y gesto condescendiente
que no lleve la bondad, por vosotros otorgada,
como una puerta cerrada a toda penetración de nuestro examen..."
Pablo Neruda. "La Bondad", en Para nacer he nacido.

        Los cuidados paliativos nombran una instancia en la medicina asistencial de desarrollo reciente. Sólo en las últimas décadas se incorpora dosificadamente en la medicina científica la idea que incluye como pertinente a su campo el acompañamiento del devenir de cuadros orgánicos insanables que confrontan tanto al paciente, familiares y profesionales que lo asisten, con la inminencia del morir.
        ¿Qué variación conceptual posibilitó la extensión a este abordaje? Sería motivo de investigación histórica el cambio de las entidades discursivas que organizan este particular lazo social: "médico-paciente", en la modernidad tardía.
        Una novedad discernible en el discurso que pugna por instituir los cuidados paliativos, hace pensar en algo más que un "cambio de mentalidad" en la práctica médica; tal vez son los soportes subjetivos mismos de este lazo social los que están mutando, por lo que el cambio afectaría a la estructura tallada* por los contenidos específicos de las experiencias con las cuales se aborda actualmente la práctica médica.
        El desplazamiento que se operaba del "terreno de la Ciencia" a las "manos de Dios" (del saber a la fe), se subvierte.
        Un "equipo" donde se entrecruzan diversos discursos en torno a categorías recortadas por disciplinas diferentes, opera como soporte para el acto médico. En consecuencia, la apelación a una voluntad trascendente o a un Bien supremo que determina las instancias clínicas del paciente con infinita sabiduría, no encuentra la consistencia desresponsabilizadora de antes.
        Si bien en esta transición de paradigmas, el discurso religioso de la piedad y la bondad aún facilita coartadas a la complejidad de la clínica, la jerarquización del campo de los cuidados paliativos ha de pasar por la reflexión y la elaboración teórica, es decir la problematización de los diferentes temas, conceptos y prácticas concernientes al proceso del morir y su particular dificultad de elaboración, frente a la cual en el terreno subjetivo cada uno sustenta convicciones propias, opiniones e ideales con los que se clausuran las preguntas conjurando la emergencia de la angustia. Esta oposición a la función intelectual es la expresión de la "humana resistencia" a vérselas con el sujeto humano, sus paradojas, sus miserias y sus fallas, que no justifican renunciar a dar cuenta de la experiencia clínica, sus obstáculos y conclusiones, retrabajarla y despojarla de las creencias endiosantes de "hacer el bien". La fantasía de oblatividad, típica de la moral obsesiva: "todo para el otro, mi semejante", no reconoce la angustia, la sorpresa y el disgusto que el otro inspira por no ser un igual al espejismo de "uno mismo".
        La ética del "bien hacer" a la que tiende la interlocución de los saberes convocados en la interdisciplina preserva la diferencia y un espacio vacío para la causa de la producción que implica el cuidado paliativo como trabajo, no como dádiva moral ni goce masoquista desde un lugar de identificación a la "víctima" excluida de la medicina curativa. Sustentar el cuidado paliativo en la ética de "hacer el Bien" significa reinstalar "las manos de Dios" en la dirección del tratamiento invistiendo de su poder, de su misericordia y fundamentalmente de su inocencia a los miembros del equipo.
        En el "bien hacer", se trata en todo caso de otra "bondad", aquella "que no soba ni lame", según la prosa de Neruda"... sino que desentraña y pelea porque es el alma misma de la vida".

...............................
* Ignacio Lewkowicz. "Glosas marginales". In: Cristina Corea-Ignacio Lewkowicz. ¿Se acabó la infancia? Ensayo sobre la destitución de la niñez. Buenos Aires, Lumen, 1999.