MENTE-CUERPO: MITOS EN LA PRÁCTICA MÉDICA

Lic. Diana L. Braceras


        Los métodos de diagnóstico (radiografías, tomografías, biopsias, marcadores tumorales, etc.) y las conductas terapéuticas (farmacológicas, quirúrgicas, radiaciones), están respaldados por la investigación científica. Las respuestas previsibles a nivel orgánico, resultan de estudios estandarizados mundialmente.
        La dimensión orgánica es el único plano que es pasible de ser tratado con los métodos científicos que homologan las respuestas biológicas animales a las humanas, con un alto grado de correlación y uniformidad.
        Este saber estandarizado no recubre las dimensiones diferentes involucradas en la práctica médica: la salud de un ser humano depende de diversos planos que se relacionan incidiendo de manera singular en cada caso.
        Las corrientes psicológicas que pretenden la comprensión de "lo humano" como una "unidad psico-física-social y espiritual" difícil de discernir, colaboran accesoriamente para lograr de la medicina algunos matices "humanitarios".
        La apertura a consideraciones del campo psicológico es hoy recomendada y aceptada relativamente, como un mal necesario. También desde criterios de marketing en el mercado de la salud, se mejora la oferta con la "multidisciplina" como valor agregado.
        No es desde estas posiciones cuidadosas de la "buena imagen" del equipo asistencial que incluimos la consideración de la dimensión del sujeto en la práctica clínica. Hace a la buena praxis no relegar al campo de la ignorancia, el prejuicio o la intuición inefable, aquellos aspectos no definibles desde la Ciencia pero sí investigados metodológica y clínicamente por el Psicoanálisis. Los conceptos básicos sobre el psiquismo humano que hoy se imparten en la carrera de medicina, vienen contribuyendo de cien años a esta parte al desarrollo de diferentes ámbitos de la cultura.
        La complejidad del ser humano lejos de esclarecerse con un rótulo de unidad indiferenciable, es posible de ser abordada reconociendo las diferentes dimensiones que la constituyen: el cuerpo orgánico de base celular o molecular y el cuerpo simbólico, producto de la cultura y la historia singular del sujeto forjado en la relación con sus semejantes y basado en la estructura del lenguaje*.
        El desconocimiento o la negación de la realidad psíquica se reconoce en el campo médico, por la instalación de "mitos" o creencias con graves consecuencias en la salud de los pacientes y sus posibilidades de asistencia. Los más difundidos en nuestro medio son el "mito del descarte" y "ojos que no ven... corazón que no siente".

I. EL MITO DEL DESCARTE

Versión 1: "el optimista"

        — Descartamos que haya algo orgánico, por lo tanto, usted no tiene nada. Vaya tranquilo que está todo bien.
Versión 2: "el cosmético"
        — Descartando lo orgánico a usted le vendría bien una terapia breve de apoyo, con unas pocas entrevistas queda cero kilómetro.
Versión 3: "el expeditivo"
        — Efectivamente éste es un problema orgánico, así que déjese de gastar tiempo y dinero en terapia revolviendo el pasado. Usted sólo tiene una úlcera.

        Supuestos básicos
:

        ~ La afección orgánica tiene supremacía y soberanía sobre lo psíquico. Su presencia desaloja la posibilidad de intervención de cualquier otra variable no incluida en la biología.
        ~ Si no se registran signos orgánicos, no se podrá dar cuenta del malestar o el sufrimiento por el que se consulta. Sólo el médico sabe lo que merece ser tratado y cómo.

        Conductas promovidas por el "mito del descarte"
:

        ~ Justificación de la resistencia del paciente para hacerse cargo de sus padecimientos. Cronificación de malestares subjetivos, por ejemplo: la llamada "depresión". Recurrencia de afecciones orgánicas sucesivas, trastornos en la continuidad de tratamientos médicos prescriptos, complicaciones secundarias a cuadros orgánicos declarados.
        ~ Sucesión de consultas a distintos médicos y especialistas hasta encontrar "alguien que me escuche" o que diagnostique con estudios cada vez más sofisticados algo que explique su padecimiento.

        Conclusión de Perogrullo
:

        Teniendo en cuenta que la vida y la salud del ser humano dependen de su estructura orgánica y de su estructura subjetiva, resulta básico reconocer que tanto puede estar afectada una como la otra, o ambas, en diferentes grados y con algunas relaciones entre sí, o no.
        La enfermedad orgánica no garantiza el equilibrio psíquico ni los problemas subjetivos protegen la salud física.

II. OJOS QUE NO VEN... CORAZÓN QUE NO SIENTE o "La economía del freezer"

Versión 1: "El compinche"

        — No se preocupe, su problema es que piensa demasiado. Distráigase, disfrute de su hermosa familia y... ¡déjese de macanas!
Versión 2: "El adictivo"
        — Tómese esto y se va a sentir como nuevo. No lo suspenda si no va a tener un bajón. Pídame la receta por teléfono nomás y yo se la dejo a la secretaria.
Versión 3: "El resignado"
        — Claro que lo lleno de pastillas ¿qué quiere?, los años no vienen solos, la cosa está difícil y hay que tirar para adelante ¡qué le vamos a hacer!

        Pequeño detalle
:

        Es importante tener en cuenta que el freezer para congelar los problemas no resueltos a nivel subjetivo suele ser el cuerpo. Por eso es tan recurrente la coincidencia entre períodos de gran conflictiva personal acompañados o seguidos del desencadenamiento de enfermedades orgánicas, accidentes a repetición o intervenciones quirúrgicas múltiples.

        La procesión...


        La medicación analgésica, ansiolítica, sedativa o estimulante, combate momentáneamente efectos sintomáticos que deben ser investigados a nivel del organismo y de la estructura subjetiva, según corresponda.
        La tramitación de la angustia, los duelos, los traumas psíquicos o ciertas encrucijadas de la vida, se realizan a través de la palabra. La farmacología es capaz de proveer una contención urgente hasta el establecimiento de una relación terapéutica que estabilice y posibilite el trabajo psíquico necesario.
        La medicación no modifica la posición subjetiva, no resuelve conflictos ni elabora experiencias dolorosas; sí controla la sensibilidad, ciertos ritmos e intercambios físico-químicos del organismo que pueden cumplir una función protectora y compensatoria para preservar la estructura tanto orgánica como psíquica.
        Pero, dentro de ciertos límites, esos signos físicos o emocionales que denominamos: dolor, angustia, fatiga, depresión, nerviosismo, irritabilidad, ansiedad, apatía, etc., pueden ser indicadores de riesgo o daño, orientando al sujeto para la implementación de estrategias curativas o reparatorias. Especialmente el dolor, a nivel orgánico y la angustia, a nivel psíquico, con sus diversas manifestaciones, son las más valiosas alarmas con que cuenta el ser humano.
        No será una misión de la medicina eliminarlas sin tomarlas en cuenta para proceder en consecuencia, responsablemente.

        Otra perogrullada
:

        Los efectos delatan una causa presente, activa, dan la ocasión para aislarla, investigar y modificar las condiciones que la sostienen y alimentan sus efectos.
        Hasta el freezer mejor diseñado tiene un límite de conservación, en algún momento delata lo que se creía bien guardado, en mal estado.

DESMITIFICANDO

        La perdurabilidad de estos mitos y conductas terapéuticas estereotipadas implican el rechazo en la práctica médica de cierta ideología psicologista que provoca el efecto contrario al que se propone. A la totalidad "psicofísica" indiferenciada se responde con la exclusión y banalización de lo psíquico.
        Diferenciar los planos de enfermedad orgánica y/o de conflictiva psíquica, exige una tarea diagnóstica inherente a los dos campos teóricos a través de sus propios procedimientos específicos. No es compatible el ejercicio de ambas funciones en el mismo profesional, sin excluir en ningún caso el trato respetuoso y "humano" que requiere la asistencia al paciente.
        En los tratamientos complejos que involucran al organismo y a la subjetividad como en el caso de la oncología, sobresale la importancia de tener en cuenta ciertas relaciones que aunque devengan de planos diferentes, afectan al proceso terapéutico.
        Si bien es el médico el responsable de la dirección que tome la consulta del paciente, no pocas veces es el mismo paciente el que demanda cierta complicidad del profesional para no hacerse cargo de lo que le concierne a nivel subjetivo. Y más frecuente aún es que el médico no registre su propio costo personal y profesional en un tratamiento sometido al juego inadvertido de demandas indiscriminadas.
        El arte de la medicina usa a la Ciencia, pero el acto médico en sí se define en el campo de la Ética, el campo de los límites que se eligen respetar, avasallarlos o ignorarlos.

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* Jaime Yospe, Guillermo Izaguirre y colaboradores. Salud Mental y Psicoanálisis, Buenos Aires, Eudeba, 1999.