AL AMADO DE BAHÍA:

Reciba usted nuestro saludo de despedida por medio de la "Teresa Batista"*



        "En esos seis años no hubo un solo momento en que el placer en la cama no fuese perfecto, de un deleite absoluto. Desde la primera noche, cuando Emiliano la fue a buscar a la pensión de Gabi y sentada a la grupa de su caballo se la llevó campo afuera. Maestro refinado, en sus manos sabias y pacientes, Teresa floreció en mujer incomparable. Esa noche de los jazmineros en flor, noche de confidencias e intimidades sin límites, en la cual el doctor abrió su corazón, lavó su pecho rompiendo la dura costra del orgullo, cuando Teresa fue refugio para el desamparo, bálsamo para el desencanto, alegría que apagó la tristeza y la soledad, cuando la clandestina casa de la amante se convirtió en hogar y ella en la esposa, en esa única noche de paz con la vida, el desvelo envolvió el placer y lo hizo extremo.
        Durante un rato cambiaron juegos de novios en sus nupcias, antes de partir en cabalgata el caballero y su montura, el doctor Emiliano Guedes y Teresa Batista. Cuando el doctor se irguió para montarla. Teresa lo vio como lo había conocido en el campo del capitán, mucho antes de vivir con él: montado en un ardiente caballo, la mano derecha con el rebenque de plata, la izquierda atusándose el bigote, traspasándola con sus ojos taladrantes, entonces se da cuenta de que lo quiere desde entonces, esclava muerta de miedo, había osado mirar a un hombre. Por primera vez.
        Desnuda pero cubierta de besos, anhelante, lo recibió con sus brazos y sus piernas y lo prendió contra su vientre, la cabalgata irrumpe por los prados infinitos del deseo. Galope incansable por sierras y ríos, subiendo, bajando, cruzando caminos, estrechos senderos, venciendo distancias, crepúsculos y auroras, por la sombra y por el sol, bajo la luna amarilla, en el calor y el frío, en un beso de amor eterno, Emiliano, amor mío, juntos tocan en el momento exacto el destino de la miel. Las lenguas se enroscan, el abrazo se aprieta más cuando los cuerpos se abren y se desunen. Ay, Teresa..."

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El escritor brasileño Jorge Amado, falleció a los 89 años. Tuvo todo lo que él dijo que se necesita para ser un buen escritor:
Transmitió la magia en la palabra
Vivió ardientemente cada día
Tuvo suerte
Y también tuvo a Bahía entrañablemente suya.

Tal vez sea cierto que cada personaje bien tallado, sea una astilla de la propia textura del autor. ¡Cuánto de Amado nos escribió Teresa ...!

      "...cargó con fardos tan penosos que pocos machos aguantarían semejante peso y ella lo soportó y salió adelante, nadie la vio quejarse ni pedir compasión y si alguna vez la ayudaron, rara vez, fue por amistad y no porque se quejara; donde ella andaba ahuyentaba la tristeza. A la desgracia no le hacía caso, compadre, para Teresa solamente la alegría tenía valor. ¿Quiere saber si Teresa estaba hecha de hierro y con el corazón de acero? El color de su piel era de cobre no de hierro, y el corazón de manteca, mejor dicho de miel."*


Diana Braceras, 7 de agosto de 2001


* Jorge Amado, Teresa Batista cansada de guerra, tr. Estela dos Santos, séptima edición, editorial Losada S.A., Buenos Aires, 1976.