El libro de Job
Cuando el sufrimiento resulta intolerable:
cosas malas, buena gente – tiene sentido?


Dr. Pedro M. Politi,
Oncólogo clínico, Equipo Interdisciplinario de Oncologia


"Había una vez en el país de Us un hombre llamado Job: hombre cabal, recto, que temía a Dios y se apartaba del mal". Así comienza el relato bíblico de un hombre honesto, creyente, afortunado y feliz. La historia da prontamente un vuelco: en rápida sucesión, Job pierde sus bienes, sus hijos, y su salud. Dolorido y sufriente, rechazado por su entorno social ("en algo andaría"), Job no encuentra consuelo.

"Tres amigos de Job se enteraron de todos estos males... y vinieron cada uno de su país". "Y ninguno le dijo una palabra, porque veían que el dolor era muy grande". Leyendo estas líneas, uno empieza a vislumbrar que una importante porción de la fortuna de Job no fue siquiera tocada por el desastre: quien tiene amigos capaces de comprender así, es de veras rico.

Cuando Job habla, en medio de su sufrimiento, desea no haber nacido nunca. Y remata con:
" Porque si de algo tengo miedo, me acaece, y me sucede lo que temo. No hay para mí tranquilidad ni calma, no hay reposo: turbación es lo que llega".

Muchos pacientes se sienten así: aplastados por la carga de su sufrimiento físico y moral, segregados, y con la sensación de estar soportando una serie de pérdidas (la salud, la alegría, el trabajo, el sueño, los afectos, la paz interior, el sentido de la vida – todo se escurre por la rejilla).

Job es presentado como un modelo de paciencia en el sufrimiento. Nunca maldice a Dios, sabe aceptar su destino, tiene "aguante". Pero Job no se queda callado. Por el contrario, dice cosas fuertes:

"No está mi apoyo en una nada? No se me ha ido lejos toda ayuda?"

"Me han defraudado mis hermanos lo mismo que un torrente.. turbios van de aguas de hielo... pero en tiempo de estiaje se evaporan, en cuanto hace calor se extinguen en su lecho".

"... meses de desencanto son mi herencia, y mi suerte noches de dolor. Al acostarme digo: "Cuándo llegará el día"?. Al levantarme: "Cuándo será de noche?", y hasta el crepúsculo ahíto estoy de sobresaltos. Mi carne está cubierta de gusanos y de costras terrosas, mi piel se agrieta y supura".

"... hablaré en la angustia de mi espíritu, me quejaré en la amargura de mi alma".

No hay maquillaje ni anestesia en estas expresiones. El dolor, la rabia, la desesperación, están presentes. Esto luce tan real que ni un oncólogo curtido deja de sentirlo. Algo pulsa y late en estas líneas, algo muy humano.

Cuando los amigos finalmente hablan, no dan en el clavo. Lo sermonean, le hablan "desde arriba". Qué bien habían estado al esperar en silencio, junto a su amigo del alma! Pero está en la naturaleza humana: correr a socorrer. Y arruinarlo todo en el proceso. También decía Freud que era un error querer apurarse a curar a alguien (en el psicoanálisis, claro).

A veces, algunos pacientes sienten que no les está permitido expresarse. Que no deben salirse de lo que prescribe la etiqueta. Que no pueden lucir "fuera de protocolo", ni se les permite quejarse o desesperarse. Por qué ser más Job-ista que Job?

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