DEFENSA DE LA ALEGRÍA *

Mario Benedetti


Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y la definitivas
defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica los paros cardíacos
y de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como un certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
        y también de la alegría.


COMENTARIOS

Lic. Diana L. Braceras


        A veces la vida se parece a una guerra. A veces la paz tan defendida, es la de los cementerios, el tedio de rutinas. Aun en el desasosiego de la lucha es posible cavar y arrinconarnos, atrincherarnos y resistir blandiendo una alegría.
        La alegría de veras, no se confunde con la mueca caricaturesca del "está todo bien", ni la risa grotesca de la diversión mediática. Tampoco es el trofeo de los vencedores.
        La alegría es pequeña y es íntima. No está en guerra con los sinsabores, es más bien parecida a una tregua donde abreva la fuerza y la templanza.
        A la alegría se llega como a un encuentro azaroso y presentido. Cuando nos toma por sorpresa parece que fuera parte de nuestra naturaleza, que responde a la lógica de la existencia: que ella está y sólo se trata de reconocerla y hacerla nuestra. Y no es cierto.
        La alegría se construye, se defiende y se reclama, se destruye, se desarma, se roba y se mata; se reconquista, se transmite y se comparte.
        La gravedad de los diagnósticos es una amenaza y a veces un colapso para la alegría. Pero hay una extraña coincidencia que el ejercicio de la medicina reconoce, una "casualidad permanente": la enfermedad irrumpe en un campo abonado por la tristeza, un desierto de alegría es el paisaje más frecuente que antecede a la guerra de las entrañas.
        La defensa de la alegría es una posición que releva al cuerpo de las batallas que hay que librar en la vida con las mejores armas: las palabras, el pensamiento y los actos. Habilitar al paciente para que recupere su puesto y la defienda es ayudar a localizar su trinchera, desatando esa alegría convicta y maniatada, que no se rinda, que no renuncie ni se traicione.
        Con la alegría y con las penas se aprende la aritmética dura de la vida: uno se entera con los que puede contar. Aun en las inevitables derrotas, puede existir la entrañable alegría de descubrir a quien elije la misma trinchera y nos dice:

... usted sabe
que puede contar
conmigo
no hasta dos
o hasta diez
sino contar
conmigo. **

        Cuando la capacidad para la alegría se recupera, luego de una caída brutal en la aflicción y el padecimiento (esas transitorias muertes subjetivas que nos desalojan de lo que creíamos ser o tener en la vida), las alegrías ya no son las mismas. Nosotros tampoco.
        Tanto la intensidad, la oportunidad y el objeto mismo de la alegría, la manera de sentirla, expresarla o reconocerla, suelen tener cambios tan notables que el primer sorprendido es uno mismo. Puede que por un tiempo, la alegría aparezca teñida del nublado sepia del desengaño, pero lo fundamental es un decisivo cambio del umbral que se atraviesa para acceder a su gracia.
        La humildad de las pequeñas alegrías cotidianas constituye una inesperada recompensa, un botín impensado de las batallas más duras. Hay una redimensión de la vida que se gana no por el camino del éxito garantizado sino por no haber sucumbido en la desgracia. La apuesta es axiomática: en verdad nunca se sabe si "al alba cantarán los gallísimos sueños"***.

* "Defensa de la alegría", en Cotidianas (1978-1979).
** "Hagamos un trato", en Poemas de otros (1973-1974).
*** "Gallos sueños", en Letras de emergencia (1969-1973)
Mario Benedetti: escritor uruguayo nacido en 1920. Autor de la novela La tregua, Poemas de oficina, A ras de sueño, Viento de exilio, Despistes y franquezas, El olvido está lleno de memoria, La vida ese paréntesis.